¿Cómo es posible? Estamos en 2022. En un país donde el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en 27 de 32 estados. ¿Y, por un beso de un segundo, la audiencia se va a escandalizar?

Me explico: en Lightyear, la nueva película de Pixar, la casa de ideas que nos ha traído maravillas como Ratatouille, Wall-E, Red y por supuesto, la saga de Toy Story, sale una escena en donde una de las protagonistas, Alisha Hawthorne, tiene una relación romántica con otra mujer. El emparejamiento como tal es tierno, lo poco que sale de él. Pero ah, se muestra un beso entre las dos chicas, apenas perceptible, por el contexto mucho más grande de la escena, e híjole, se desata el grito en el cielo. De la controversia, surgen dos bandos: el de las generaciones más grandes, en pánico porque se muestra una relación LGBT+ en pantalla, y el de la generación actual, quien se burla con sarcasmo sobre el tema, exagerando la reacción de los padres de familia.

Aunque hacer esto en una película para niñxs sea un primer gran paso, la reacción tan catastrófica ante un hecho tan simple es el verdadero terror. Así como el surgimiento de figuras políticas retrógradas lo ha demostrado, los tiempos aún no han cambiado del todo. Hay gente aferrada al mundo antiguo, incapaz de aceptar actos de amor y diversidad.

Por la persistencia de Disney de no cortar el beso, 14 países de Medio Oriente no exhibirán la cinta. Además, se filtró una fotografía de un cine en Perú en donde se ve un letrero de “precaución”, pues el largometraje contiene “ideologías de género”. ¿¡Qué!?

Tal vez el formar parte de una generación moderna me nuble la perspectiva, pero me parece incongruente atacar al amor en todas sus formas y hacerse de la vista gorda ante actos de violencia de género, exhibidos desde hace ya bastante tiempo en nuestros productos de entretenimiento. Más gracias al escándalo recordé cuántas personas levantan su bandera solo en junio, y cuando todo mundo las voltea a ver.

Habrá quienes contrarresten mi pensar con el debate de la inclusión forzada, y de si se puso esta escena para generar polémica y vender entradas. Sin embargo, aunque pueda ser cierto, tengo dos argumentos contra ello: en primera, Toy Story es una franquicia establecida, no necesita de propaganda para generar interés del público; en segunda, la inclusión podrá sentirse “forzada” para la comunidad heterosexual, pero el chiste es ver la representación como algo normal, el pan de cada día.

No debe haber un enfoque en la orientación sexual de un personaje solo por aparecer en pantalla, ¿o acaso lo mismo ocurre con las relaciones heterosexuales en las películas de acción? Para nada.

Tal vez sí se busque a propósito incluir diversidad en las series modernas, pero su labor de visibilidad es mucho más poderosa que las quejas de la gente que siempre se queja.

Gracias, Disney, por ceder ante la presión de las críticas de la reforma “Don’t Say Gay” (una política en Florida donde se establece que no debería de darse educación LGBT+ a lxs niñxs) y persistir con la visibilidad.

Ojalá a la próxima eches aún más glitter.

 

 

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