Digamos, contra todo indicio, que los números del horror, esos que dicen que los asesinatos en el obradorismo ya rebasaron de largo a los del sexenio de Felipe Calderón, cuando todavía nos queda un gran pedazo del sexenio por delante, pueden matizarse. Digamos que lo de la intervención del crimen organizado en las elecciones ya lo habíamos visto, aunque no es el caso o al menos ni remotamente en tal magnitud, y que no es cierto que esa intervención haya sido en favor de Morena y sus aliados.

Digamos también que los asesinatos de dos jesuitas en la sierra Tarahumara no marcan tampoco una diferencia respecto a los años anteriores. No hay forma de decir que la liberación de Ovidio Guzmán tenía precedentes, pero digamos, también contra toda evidencia, que lo que la antecedió, la toma de Culiacán a manos del Cártel, no fue cosa nueva, y que la otra invasión, la de San Cristóbal de las Casas de hace unos días, no tuvo nada de particular tampoco, y que además no hay nada reprochable en que ahí al ladito esté el cuartel bastante nuevo de la Guardia Nacional, que se tardó en llegar como si hubiera salido de Zacatecas. Olvidemos los números de feminicidios y asesinatos de periodistas, y las versiones insistentes de que las juntas del gabinete de seguridad no son más que un reporte de masacres, que el Presidente enfrenta con aburrimiento y digresiones beisboleras.

Pasemos igualmente por alto los alardes militares de las mafias, los videos con soldados sometidos, los problemas con el aguacate y los gringos, la escasez de pollo en Chilpancingo, y las acusaciones gravísimas que empiezan a llegar desde los Estados Unidos por los vínculos de altos jerarcas de la 4T con las organizaciones gangsteriles, sin olvidar por supuesto la foto del escándalo de Cuauhtémoc Blanco con aquellos altos mandos del crimen organizado, en Yautepec.

Digamos pues, que nada de esto es realmente nuevo; que nada es más grave de lo que era, como nos quieren hacer creer. Bueno, hay algo que sí es nuevo: que de una manera casi cotidiana, impasible, sin muestra alguna de compasión, el Presidente de la República le diga a sus gobernados que no piensa hacer absolutamente nada para sacarlos del infierno en que viven. Eso es el “seguiremos con la misma estrategia”: un permanente, cruel, háganle como puedan. Un “no cuentan conmigo” que, sí, es una revictimización inédita en el México reciente. Ningún Presidente, en suma, nos había dicho, sin más: “Jódanse”.

 

  @juliopatan09