La desbordada violencia en el país evidencia que la estrategia de “abrazos, no balazos” es un rotundo fracaso. El presidente López Obrador carga sobre su espalda con 121 mil 642 homicidios dolosos, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Es tanto su odio hacia Felipe Calderón que en tres años y medio lo superó. En el sexenio del panista, al que el tabasqueño responsabiliza de todo lo que su Gobierno es incapaz de resolver, se cometieron 120 mil 463 homicidios dolosos.

A este paso, la proyección es de más de 200 mil al término de la actual administración, cifra también considerablemente mayor a la de Enrique Peña Nieto, quien contabilizó 156 mil 066.

Aunado a lo anterior, los narcotraficantes cada vez escalan más los actos violentos. El lunes, en Cerocahui, Chihuahua, los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora fueron asesinados dentro del templo de la comunidad.

López Obrador dijo que es una zona con “bastante presencia de la delincuencia organizada”. La pregunta es, ¿por qué no hay presencia del Ejército y de la Guardia Nacional en los lugares dominados por el narcotráfico?

No se exige “matarlos en caliente”, como dice se hacía antes. Se trata de evitar la muerte de mexicanos y de hacer justicia cuando los criminales cometen ese tipo de atrocidades.

El Presidente olvida que en campaña prometió que, con su sola llegada al poder, la violencia disminuiría. Fracasó.

En el México real, los abrazos y los balazos matan.

VÍCTIMAS CIRCUNSTANCIALES

En Chihuahua, el Gobierno de María Eugenia Campos emitió un comunicado sobre el asesinato de los jesuitas que revela su ineptitud: “El Gobierno del estado de Chihuahua condena y lamenta los hechos violentos ocurridos en los que dos religiosos se convirtieron en ‘víctimas circunstanciales’”.

Vaya ligereza de Campos, quien no ha negado su aspiración presidencial. ¿Así anhela ser Presidenta, gobernadora? Debería reflexionar y renunciar, al menos, a esa aspiración.

LAS GOLONDRINAS PARA MONREAL

En Palacio Nacional y las “corcholatas” presidenciales preparan la estocada final a Ricardo Monreal. Molestó el recibimiento a José Manuel del Río, porque en el Gobierno y en Morena apoyan al veracruzano Cuitláhuac García y sus declaraciones urgiendo a cambiar la estrategia de seguridad.

Los senadores morenistas del ala radical ya recibieron la instrucción para deponerlo de la coordinación del Grupo Parlamentario y, por lo tanto, de la presidencia de la Junta de Coordinación Política. Monreal se ha alejado de la línea presidencial y ya es visto como un opositor del movimiento.

Deberá definir si va como candidato de la oposición, la cual, ante su anemia, no lo vería con malos ojos. Sin embargo, es difícil que le dure la cuerda, pues sin el control de los órganos de decisión del Senado, perderá fuerza política, mediática y económica.

En la sede de avenida Reforma se empiezan a escuchar Las Golondrinas para el zacatecano, porque en Palacio Nacional no le perdonarán la insurrección.

 

  @maurijua