Barack Obama ganó la presidencia de los Estados Unidos -y luego su reelección-, en buena medida al innovador uso de las redes sociales.

Aquí en el país quienes tratan de imitarlo son Marcelo Ebrard y Adán Augusto López.

Para tal fin, utilizan un número de WhatsApp, al que podrán hacerles llegar preguntas, sugerencias, peticiones, etcétera, con la finalidad de comenzar un acercamiento con los posibles electores.

En cambio, la corcholata más visible, Claudia Sheinbaum, prefirió el video en lugar del texto para mostrarse como una servidora pública que vive en “la honrosa medianía’’ que exige López Obrador.

Es apenas el inicio de esta guerra fratricida.

Tanto las corcholatas de Morena como quienes sean precandidatos de la oposición deberán entender que los usos y costumbres para hacer campaña en el país han cambiado.

Está demostrado que los auditorios o estadios llenos no ganan elecciones; son fanfarronadas pagadas con dinero público en los que el acarreo, el pase de lista para posterior pago son prácticas comunes.

Si un estado lleno impresionaba, ya no lo hace más ante el cúmulo de pruebas que demuestran que 99% de esas personas acuden más por necesidad que por convicción partidista.

A las amenazas de perder los “apoyos’’ que reciben de alguno de los tres órdenes de Gobierno, se suma ahora la presión de la delincuencia organizada que decide a qué candidato apoyar.

Por eso las redes sociales jugarán hoy un papel fundamental en las campañas electorales.

No solo porque son un instrumento para la denuncia pública sino porque bien utilizadas, como en el caso de Obama, resultan un instrumento fundamental para la exposición de las ideas y los proyectos de Gobierno.

Las campañas ya no son, ni serán, lo que fueron en los ochenta o noventa; si los partidos políticos no lo entienden o no saben cómo explotar ese recurso tecnológico, desperdiciarán tiempo y esfuerzo.

Los de las tres corcholatas de Morena es un principio que les puede funcionar.

¿Y la oposición como para cuándo?

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En ninguno de los estados en los que habrá relevo de gobernador, en los próximos meses, hay noticias del inicio de la transición, pese a que los resultados electorales fueron tan contundentes, para uno y otro bando, que no procederán quejas.

Se supondría que en aquellos estados que ganó Morena pero que son gobernados hasta el momento por otros partidos, habría más colaboración, en el sentido más amplio de la palabra.

Sobre todo, cuando se especula que los gobernadores presuntamente perdedores podrían recibir su estrellita de buena conducta ya sea en el servicio exterior o en el gabinetazo, que tan deslucido se ve hoy.

Como sea, al menos en Tamaulipas se anticipa una transición de lija, porque fueron tantos los agravios entre morenistas y panistas que es imposible pensar que ocurra de otra manera.

Ya se verá cómo negocian la entrega del poder Francisco Javier García Cabeza de Vaca y Américo Villarreal, a quien, pese a las impugnaciones del PAN, no se ve cómo puedan arrebatarle el triunfo.

Las transiciones de seda ocurrirán en Oaxaca, Hidalgo, Quintana Roo y Durango; en Aguascalientes el mal clima que priva entre el actual gobernador Martín Orozco y la gobernadora electa, Tere Jiménez, podría complicar el proceso.

Así que vaya haciendo sus quinielas: de los que salen, ¿quién para cuál embajada?, ¿quién al gabinete presidencial y quién a la carpeta de investigación?

LEG