Hay medicinas monetarias tan fuertes y con efectos secundarios tan profundos, que los doctores de los bancos centrales la piensan dos veces antes de aplicarlas. El problema es que no hay peor tratamiento que el que no se aplica y aquí ya se tardaron.

Durante muchos trimestres el mercado tenía más fe que información sobre lo que se veía como una burbuja temporal en los precios que rápidamente dejaría atrás esos niveles tan altos que con el tiempo contagian a toda la economía.

Desde inicios del año pasado cuando los estragos en las cadenas productivas provocadas por el confinamiento de la Covid-19, más los programas monetarios y fiscales de rescate, básicamente en Estados Unidos, provocaron las primeras presiones en los precios, la expectativa era que fuera todo temporal.

La idea generalizada, con honrosas excepciones en el análisis, era que tan pronto como se cerrara la llave de los estímulos fiscales y se regularizaran las cadenas productivas y los nudos en la logística, todo regresaría rápido a los cauces aceptables.

Pero no. El SARS-CoV-2 está aquí para quedarse, los que estamos montados en la quinta ola lo sabemos, y Rusia llegó a complicar el panorama con su lance militar sobre Ucrania, con ello comprometió dos industrias básicas: la energética y la alimenticia.

Y aquí estamos, con una inflación anualizada en Estados Unidos del 8.6% en su medición general y del 6% en la inflación que elimina los precios volátiles (core inflation allá, subyacente, acá) y con la advertencia de que esa no es todavía la cúspide de la burbuja inflacionaria.

Los combustibles han subido tanto y por tanto tiempo que ahora aquel que transporta las mercancías ya subió de precio sus servicios y sus empleados ya solicitaron un incremento salarial que les permita no perder poder adquisitivo. Y así como con este ejemplo, el resto de las cadenas productivas se contagian en ese ambiente de inflación alta.

Esa es la línea roja que ya tiene algún tiempo que cruzó la inflación, solo que las autoridades monetarias de Estados Unidos seguían rezando por un repentino y milagroso regreso que no ha llegado.

Y, sí, parece que finalmente la paciencia se acabó y mañana empieza una carrera alcista de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal que no es posible adelantar, ni su velocidad ni su profundidad.

¿50 puntos base mañana y otros 50 en julio, cuando la inflación general va camino al 9%? Podría ser un aumento de hasta 75 puntos base de un jalón y eso es lo que tiene tan nerviosos a los mercados.

El peso rápidamente se ha depreciado y los precios de las acciones se han desplomado, al tiempo que los instrumentos de renta fija suben de manera escandalosa, todo porque no hay certezas del tamaño de la medida monetaria en Estados Unidos.

Lo único que parece quedar claro es que se acabó la paciencia finalmente y que estamos por entrar en un terreno de muy alta volatilidad y dinero caro para controlar la inflación que ya contaminó la economía de Estados Unidos y, con ella, la del resto del mundo occidental.

 

@campossuarez