Entre sueños de quinto partido y pánico a ni siquiera llegar al cuarto, los aficionados mexicanos intentamos persuadirnos con la costumbre dictada por los últimos treinta años de historia mundialista: que lleguemos como lleguemos a la Copa del Mundo –sea avasallando rivales o sometidos por todo contrincante, sea con un esquema de juego definido o perdidos en mares de dudas, sea con estrellas en gran momento individual o con los estelares bajos de nivel, sea con el sorteo de un grupo que intimida o con otro que luce asequible, sea ilusionados o decepcionados, sea como sea–, solemos meternos a octavos de final. Finalmente, así ha sido desde Estados Unidos 1994.

Costumbre consolidada cada cuatro años sin excepción, ahora tememos que esté al borde de concluir; así como soñamos con el quimérico quinto partido, tememos ni siquiera acceder al cuarto.

Lo vivimos con Juan Carlos Osorio rumbo a Rusia 2018, y con Miguel Herrera rumbo a Brasil 2014, y con Javier Aguirre rumbo a Sudáfrica 2010, y con Ricardo Lavolpe rumbo a Alemania 2006. Procesos muy distintos que acaso sólo se parecieron en el resultado final.

Antes, con el propio Aguirre rumbo a Corea-Japón 2002 y Manuel Lapuente rumbo a Francia 1998, no se daba esa premisa a tal proporción, ya que aún no poníamos sobre los octavos de final el actual estigma (ni aún nos consolidábamos lo suficiente como para pensar que siempre avanzaríamos de primera ronda: entendamos que hasta antes de los noventa, sólo pasamos de la fase de grupos en los dos Mundiales en los que fuimos anfitriones).

Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, quizá dejemos de considerar el quinto partido como nuestra meta en el momento en el que nos atoremos en la ronda preliminar.

Consideremos que apenas dos selecciones han avanzado a octavos de final en todos los Mundiales desde 1994: Brasil y México. Ni Argentina, ni Alemania, ni España, ni Inglaterra, mucho menos Italia que ahora hilvana dos certámenes sin participar. Sirva eso para valorar.

Y consideremos otro punto: que pocas veces los resultados retratan con tamaña claridad la realidad. El futbol mexicano es uno de los quince mejores futboles del planeta y de ninguna forma de los mejores ocho. Aún si avanzáramos a cuartos, no estaríamos en ese rango (lo que no quita que varias selecciones que no estaban en ese rango se han metido inclusive a semifinales; pensemos en Turquía en 2002, pensemos en Suecia en 1994).

La incertidumbre continuará hasta que arranque la Copa del Mundo en cinco meses. Incertidumbre exponenciada por el bajo desempeño que emana nuestra selección.

Twitter/albertolati

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