Las recientes desavenencias entre la República Popular China (RPC) y Estados Unidos (EU) se suman a una amplia lista de enfrentamientos verbales y diplomáticos entre estas potencias. Desde el último lustro, las relaciones entre Washington y Beijing no atraviesan por su mejor momento, la administración Trump inició una guerra comercial contra China acusando a esta última de “violar a EU con sus exportaciones baratas”.

Las reclamaciones de Beijing del 80% de las aguas del Mar Meridional de China como parte de su soberanía y la construcción de islas artificiales para ampliar su zona económica exclusiva también produjeron conflictos con sus vecinos y roces importantes con Washington.

Pero el tema que constantemente genera problemas entre estas dos potencias es el estatus de Taiwán. La RPC reclama que la isla es parte inalienable de su territorio; y EU, a pesar de que acepta la política de una sola China, tiene una política de intervención en apoyo a Taipéi, tal y como quedó en claro el pasado 23 de mayo, cuanto el presidente estadounidense afirmó que su país intervendría en favor de Taiwán si China invadiera la isla.

La respuesta del gobierno chino no se hizo esperar y le advirtió a Joe Biden que está “jugando con fuego”. Si bien esta disputa dista de ser ajena en las relaciones diplomáticas del este de Asia, lo novedoso es el contexto en que se da, la reciente intervención de Rusia en Ucrania ha avivado los rumores de una posible intervención militar china en Taiwán.

Aunque es una posibilidad, un conflicto militar de alta intensidad en el estrecho de Formosa es bastante improbable, pero lo importante es dilucidar si EU tendría la capacidad de mantener las sanciones sobre Rusia mientras se enfrenta militarmente a China, más aún, sus socios europeos, Japón y Corea del Sur, ¿estarían dispuestos a acompañarlo en dicha empresa tal y como están comprometidos contra Rusia en este momento?

Un conflicto de tales dimensiones entre las dos economías más grandes del planeta no solo llevaría al agotamiento de ambos protagonistas, también generaría un colapso financiero, monetario, comercial, bancario, etc., de dimensiones no calculadas, afectando de manera significativa la economía global. Pero tanto Washington como Beijing están al tanto de las consecuencias de dicho conflicto.

Es por lo anterior que, si bien el diferendo por Taiwán continúa siendo una disputa considerable en las relaciones sino-estadounidenses, en este momento las declaraciones de Biden parecieran estar dirigidas más al público norteamericano para mejorar su deteriorada imagen y no encaminadas a ser una verdadera actitud disuasiva contra las acciones de Beijing sobre Taipéi.

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