Que ya le dicen “el todas pierdo”, y es que la semana pasada Napoleón Gómez Urrutia, recibió un nuevo “estate quieto” por parte del décimo segundo Tribunal Colegiado en Materia de Trabajo, quien desechó y calificó de infundado el recurso de inconformidad que promovió contra el laudo emitido en enero pasado que lo obliga a pagar los 55 millones de dólares que les quitó a los mineros de Cananea.

Esto significa que para la autoridad laboral, para la sociedad y para todo mundo, Napillo sigue debiendo 55 millones de dólares a miles de mineros que fueron presa de la avaricia del hoy millonario senador de Morena, a quien se le hizo fácil adueñarse de un fideicomiso que le pertenecía a los trabajadores agremiados a su sindicato.

Lo que también se le hace fácil es mantenerse calladito en este tema y mejor pasearse por el país con giras para promocionar su librillo donde se tira de mártir, de perseguido político y de víctima de las empresas.

Así como lo hizo la semana pasada en varias entidades, en las cuales no se cansó de decir que los gobiernos anteriores lo persiguieron por luchar por los derechos de los mineros, pero, ¿de cuáles derechos habla? Si lo perseguían por lo mismo que hoy lo señala la justicia, por hacer mal uso de los 55 millones de dólares del fideicomiso Mexicana de Cananea, entre otras cosas.

Evidentemente, este capítulo no aparece en ninguno de los librillos que ha escrito, lo que sí cuenta es que según él, fue un perseguido político que se terminó refugiando como pudo en Canadá. Sin embargo, la información es imprecisa. Sí, salió a refugiarse pero de los reclamos y acusaciones que le hicieron las viudas de Pasta de Conchos por no velar por los derechos de los trabajadores y por dejar a las familias abandonadas tras la tragedia. Y tampoco huyó como pudo, sino que casualmente se fue a esconder, con todo y esposa e hijos, a un departamento de lujo en ese país.

Misteriosamente, en ninguna de sus giras ha mencionado que cuando vivía como rey en Canadá, ordenó estallar huelgas simultáneas en Cananea, Sonora; Sombrerete, Zacatecas, y en Taxco, Guerrero, ocasionando pérdidas millonarias que paralizaron la economía no solo de miles de familias mineras, sino de varias regiones, esto como medida de presión para que le retiraran las órdenes de aprehensión que recaían en su contra por el desvío de los 55 millones de dólares.

Napillo asegura que ya prepara un nuevo libro; en este debería contar que exigió al Gobierno y a la empresa un pago de 100 millones de dólares a cambio de levantar las huelgas antes mencionadas; contar cómo es que los pueblos aledaños a estas minas entraron en pobreza a raíz de las huelgas mientras él disfrutaba de una vida de excesos en Canadá.

Por donde lo veamos, sus librillos son carentes de sustento y realidad, pero son el pretexto perfecto para desviar la atención de los temas que lo incriminan y de paso le sirven para atacar a las empresas mineras poniendo en riesgo, como ya es costumbre, el empleo de millones de obreros.

Napillo odia a los mineros, los menosprecia, basta decir que mientras que presentaba su libro en Baja California Sur, sus afiliados, los compañeros de Santa Rosalía, denunciaban que recibieron entre 10 y 30 pesos por reparto de utilidades, resultado de la reforma laboral que él aprobó, donde aceptó que esta prestación se redujera hasta 80%.

No importan las giras y mucho menos las hojas que lea, Napoleón seguirá siendo un perseguido, pero no del estado, sino de sus actos, de los mineros y de la justicia.

 

  @CarlosPavonC