Los clásicos no mueren.

Prueba de ello es el éxito de Stranger Things, cuyo estreno de su cuarta temporada el viernes pasado ha obtenido alrededor de 286 millones de horas reproducidas hasta el momento, de acuerdo a datos oficiales de Netflix. Esta es una serie de horror y ciencia ficción que relata las aventuras de un grupo de niños y adolescentes luchando contra criaturas perturbadoras.

Tal programa usa referencias a los 80 en Estados Unidos, donde se desarrolla la trama, y los creadores no pierden la oportunidad de hacer guiños constantes de cintas, música y vestuarios emblemáticos de la época. Aunque podría destacarse su popularidad por su cuidado de los personajes o por sus momentos emblemáticos, la nostalgia atrapó a su audiencia desde la primera temporada, un triunfo rotundo para la plataforma de streaming.

Queremos transportarnos a otras épocas, fuera de si vivimos en ellas o no. Aquella tendencia se refleja en vestuarios, música y entretenimiento contemporáneos, como vemos aquí, en una de las series estrella.

Pero tampoco hace falta ir a una galaxia muy, muy lejana para tener otro ejemplo: Obi Wan Kenobi, la nueva serie de Disney+, cuyo relato explora las aventuras del maestro Jedi de la clásica franquicia de Star Wars entre el Episodio III y el Episodio IV, es el estreno más reproducido en dicha plataforma hasta el momento.

Independientemente de si esta serie justifica su existencia o no mediante sus 6 capítulos, los hechos hablan por sí solos: el público no puede resistirse a ver algo por lo cual estaba encariñado, sobre todo cuando se anunció que Darth Vader también tendría una participación en la serie. Ya si sale contento con el resultado final o no es una historia satisfactoria o es algo totalmente distinto.

Entonces, ¿será que la industria ya dio la innovación por vencida y solo querremos más de lo mismo? ¿Será que las nuevas historias ya nunca serán apuestas de triunfo?

Sí, la gente tiene ancla hacia la añoranza, pero, aunque tarde más en cocinarse, también se puede encontrar interés por nuevas ofertas de entretenimiento exitosas (Gambito de Dama, El Juego del Calamar), y no necesariamente cosechar dinero de el camino conocido, pese a parecer la ruta más obvia.

Porque con altas expectativas puede haber también fracasos colosales. Cuando viejas apuestas entran a la mesa, todas las personas querrán entrar, pero cualquiera puede salirse en el momento que decida. Y la decisión del público es algo que la nostalgia, si está mal manejada, es la de la última palabra.

 

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