Sin disminuir el sentimiento de solidaridad con las comunidades de origen mexicano que viven en las zonas del sur de Texas, entre ellos el condado de Uvalde, los medios mexicanos le han dedicado más atención sentimental a la masacre en EU que a las matanzas del día a día en México.

Si se revisan a fondo las características de las matanzas, el problema podría no estar en la Segunda Enmienda estadounidense que permite el acceso a las armas a cualquier ciudadano, sino en la falta de un enfoque educativo y en la incapacidad gubernamental en EU para aumentar los controles.

La diferencia entre las masacres en México y en Estados Unidos radica sobre todo en los responsables: aquí son miembros de los grupos del crimen organizado que atacan a otras bandas y causan daños colaterales; en EU, en cambio, se trata de conductas sociópatas que tienen razonamientos políticos y raciales propios de guerras civiles internas.

En Estados Unidos las armas se adquieren por canales legales o por internet, en tanto que en México vienen del contrabando que nutre a las bandas criminales. Los pocos casos en México de violencia social que prefigurarían violencia en centros educativos no alcanzan a asumirse un fenómeno en expansión.

Llama la atención el número creciente de ataques en centros educativos por parte de alumnos, porque estarían aportándose elementos importantes para señalar el fracaso de la educación en la construcción de la mentalidad social o antisocial de los estudiantes. Falta por analizar el hecho de que muchos perpetradores estadounidenses de ataques en masa hayan sido estudiantes en activo. Y el asunto se agrava por decisiones ya en expansión para permitir que profesores vayan con armas de fuego a las escuelas en horas de enseñanza, pues está claro que los profesores tendrían -y quizás sea más pavoroso que la masacre en sí- permiso para matar a estudiantes que llegan con intenciones criminales.

Zona Zero

  • El problema del acceso a las armas con escasas restricciones gubernamentales en Estados Unidos no se va a resolver hasta que la Casa Blanca decida terminar con su función de policía del mundo. La producción de armas estadounidenses es correlativa a la participación de la Casa Blanca en guerras. Las fábricas de armas no son un lobby, sino un aparato de poder político e ideológico.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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