El presidente de México tiene un sentidazo del humor. No me refiero a las ocurrencias tipo “Me canso, ganso” o al chistorete de la policía secreta, o sea, a su faceta: “No me gusta ir a casa del abuelo porque hace chistes malos toda la comida”, sino al modo deliciosamente sádico que tiene de burlarse de sus empleados y seguidores.

Hace un par de días, el licenciado se lanzó a decir que el neoliberalismo no estaba tan mal. Que tiene sus cositas. Que el problema es la corrupción: eso lo jodió todo. Y ¡bum!: el solovinismo comentocrático-militante quedó descolocado. Primero que nadie, el Doctor Muerte, que, más o menos al tiempo que el titular del Ejecutivo mandaba esa declaración, hizo el ridículo en su comparecencia ante la Asamblea Mundial de la Salud, para quedar bien con el jefe, con esas referencias machaconas a la maldad del neoliberalismo como fuente de todas las muertes de Covid.

Pero ya antes habíamos visto repetir compulsivamente lo del neoliberalismo al camarada Villamil en una presentación de libro y varias veces a Sabina Berman, por aquello de borrar el pasado colaboracionista, sin mencionar al Doc Doc Ackerman, antes de que lo mandaran a la mesa del fondo por el affaire Macedonio, a Epigmenio, que ha de necesitar otros 150 milloncitos, o los chistes nivel “neoliberalismo, popó” del Fisgón, Hernández y, en sus días, Helguera.

Sí, tiene un sentidazo del humor, El Supremo. No es solamente lo del neoliberalismo. ¿Qué tal lo de la Guardia Nacional “bajo mando civil, 100 planas”, de Pepe Merino? ¿O lo de que el feminismo es una moda, con dedicatoria justamente a las feministas 4T? ¿Qué me dice la gente bonita de democracia deliberada de sus soflamas contra el divorcio, que era un mal del neoliberalismo cuando el neoliberalismo todavía era malísimo? ¿O de Manuel Bartlett y el combustóleo como política de energías limpias? ¿Y lo de ponerlos a defender la rifa del avión para que el avión siga estacionado?

Insisto: gran sentido del humor, el del Presidente. Me gusta imaginármelo solo, de noche, en Palacio Nacional, luego de una ardua jornada de tres horas de trabajo (porque ese día tocaba lectura de poesía y La Mañanera se extendió), los músculos tensos por el esfuerzo del beis a las cinco de la tarde, con cinco gorditas y un refrescante vaso de jugo de caña para dormir ligero, la compu prendida, las redes abiertas y esas carcajadas gozosas, plenas, que le provoca a cualquier espíritu sensible el ejercicio de tomarle el pelo a sus allegados.

 

   @juliopatan09