¿Por qué existen las películas de superhéroes? Los puristas del arte cinematográfico dirán que este tipo de cintas son podridas, cuya principal función es entretener al público con propuestas carentes de profundidad o de convenciones distintas, algo simplemente “para pasar el rato”.

Existen argumentos cuestionables en sus detractores, entre quienes destacan el director Martin Scorsese, que en varias ocasiones ha expresado su descontento por la existencia de estas películas.

Del otro lado de la barda está Elizabeth Olsen, actriz que interpreta a la heroína Wanda Maximoff en las películas y series pertenecientes al Universo Cinematográfico de Marvel, quien proclama que el demeritar este tipo de cintas es también desbancar la artesanía de cientos de personas trabajando en ella.

Independientemente de cómo se perciban, es importante ver a las cintas de superhéroes como una temática, más allá de un género como tal. Si bien generalmente su principal ingrediente son las secuencias de acción o los efectos especiales, las características de cada producto para cautivar distintos tipos de audiencias, así como aportar algo fresco a la mesa.

Un claro ejemplo de ello es WandaVision, la primera serie de Disney+ situada en el UCM. Aquí podemos ver a Wanda en diferentes versiones de ella emulando sitcoms. La acción y la fórmula clásica eventualmente se reveló, mas se demostró cuánto se puede hacer dentro de un esquema aparentemente conocido.

Aquí es donde vemos cómo las apariencias engañan, porque para aquellas personas totalmente cerradas a cualquier cosa de cómics, ninguna cinta de este tipo valdrá la pena, por más bien hechas o recibidas que estén.
Sin embargo, del lado del fanatismo la trampa también ocurre. Porque las convenciones se siguen como un rito, y si dichas reglas no se acatan al pie de la letra, o el nivel de grandeza no llega a los estándares de su imaginación, entonces la gente acabará decepcionada.

Doctor Strange en el Multiverso de la Locura, la más reciente apuesta de la fábrica Marvel, se rodeó de mucha especulación desde el anuncio de su atrevido título. A partir de ahí, las posibilidades de qué podía pasar se fueron hasta los cielos, porque cuando múltiples realidades interactúan entre sí todo es posible. Sin embargo, después del estreno del producto final, el público acabó de alguna forma decepcionado porque no se cumplió todo en su lista. O quizá porque las más grandes sorpresas se demostraron en su campaña masiva de mercadotecnia.

Entonces, ni tan poco como para demeritar las cintas como tal, ni tanto como para hacer pucheros porque las cosas no salieron conforme al plan.

Así, se llega a una triste conclusión: el problema no son las cintas en sí, si no el monstruo cultural en el que se tornan y el debate multiversal bajo el cual están expuestas. Para bien o para mal.

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