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Foto: Gabriela Esquivel / La lucha de todas estas madres lleva años, pero a ninguna les detiene que sean cinco, 10, 15 o 20... a ellas, ni con 100 vidas, las harán desistir de su intento por hallar respuestas  

El punto de encuentro fue el Monumento a la Madre. Ellas estaban ahí, no para que se les rindiera un homenaje o se les felicitara por el 10 de Mayo. No. Ellas se concentraron para iniciar su protesta por los hijos y familiares que les fueron arrebatados.

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Madres de todos lados, de todas las edades y condición social iniciaron su camino hacia el Ángel de la Independencia para alzar la voz y hacerse escuchar. Desde Coahuila, Durango, la CDMX, hasta Honduras y El Salvador, el amor de madre se compartió y la desaparición de una hija o un hijo hizo que el dolor fuera el mismo en cada una de ellas.

“¡No hay nada que festejar, pero hay mucho que reclamar!”, coreaban mientras avanzaban sobre Paseo de la Reforma. Sus cantos evidenciaban que no importa la entidad donde ocurra, la desaparición forzada es un problema en todo el país.

“Que el Estado responda. Exijo la presentación con vida de mi hijo Guillermo David Ramírez Pelcastre y castigo a los culpables”, expresó Dionisia Pelcastre, y en su voz reunía la petición de todas las mamás presentes.

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Ella perdió a Guillermo hace cinco años: “Busco a mi hijo desaparecido en 2017; desafortunadamente no hay pista de lo que pudo haberle sucedido, aunque hay alguien que dijo haber visto que lo seguían dos autos que al parecer eran ministeriales”.

Al igual que Dionisia, la lucha de todas estas madres lleva años, pero a ninguna les detiene que sean cinco, 10, 15 o 20… a ellas, ni con 100 vidas, las harán desistir de su intento por hallar respuestas.

Para demostrarlo, un grupo de mujeres intentó colocar un antimonumento con letreros y carteles de personas desaparecidas.

“¡Claudia, escucha esta glorieta es nuestra lucha!”, gritaban para reafirmar su intención de renombrar la Glorieta de la Palma como la Glorieta de los Desaparecidos.

“Que te arrebaten a un hijo es algo que no tiene comparación. Todo mi esfuerzo, dolor y mi lucha va para todas y cada una de estas madres, porque no nos queda nada más que abrazar el dolor”, sentenció doña Mari Herrera.

Con una voz al punto de quiebre, esta mujer lleva más de 12 años exigiendo justicia y no se raja; todo sea por encontrar un final digno, no sólo para sus cuatro hijos desaparecidos, sino para todos los vástagos cuyas madres no saben su paradero y sólo tienen a la incertidumbre como compañía.

LEG