Filipinas: El pasado es destino
Foto: AFP | Marcos Jr doblaba los votos de su principal rival  

Ferdinand Marcos Jr, hijo del dictador que estableció dos décadas de mandato brutal y corrupto en Filipinas, recuperó para su familia el poder de este archipiélago asiático con una aplastante victoria en las elecciones presidenciales este fin de semana.

Considerado “despreocupado y perezoso” por su padre, Marcos Jr -a quien apodaban “Bongbong”-, aprovechó sus antiguas alianzas locales y el desencanto hacia los líderes políticos en este empobrecido país para devolver a la controvertida familia al poder.

Con 90% de las papeletas escrutadas, Marcos Jr doblaba los votos de su principal rival, la candidata liberal Leni Robredo, que seis años atrás le había arrebatado la posibilidad de ser vicepresidente de Filipinas.

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Exiliado a Estados Unidos con su familia tras la caída del dictador hace 36 años, el triunfo de “Bongbong” culmina con décadas de campaña para limpiar la imagen de las acusaciones de vulneraciones de derechos humanos y corrupción.

Prometiendo unir al país, el hijo del fallecido dictador centró su campaña en la lucha contra el desempleo y la inflación provocados por la pandemia en el archipiélago, cuya economía depende en gran parte del turismo.

En un país que parece haber olvidado los episodios más oscuros de ese régimen, Ferdinand defiende el “genio político” de su padre, alabando el crecimiento económico y la inversión pública en su mandato, a la vez que olvida la corrupción o la mala gestión que arruinaron el país.

En 1989, tras la muerte del dictador en Hawái, los Marcos regresaron al país y empezaron su notable resurrección, aprovechando sus conexiones para conseguir ser elegidos en una serie de puestos públicos elevados.

El legado de su padre, autor de una represión sangrienta durante los años de la ley marcial, hacen de su hijo uno de los políticos más divisivos del país.

Pero su equipo supo sacar provecho de las redes sociales para lanzar una amplia campaña de desinformación hacia los jóvenes, que no conocieron la mano dura ni la corrupción a gran escala de los 20 años de dictadura.

Su rehabilitación tampoco puede desligarse de las acusaciones de corrupción que han seguido suscitando los gobiernos posteriores a la dictadura y a la desigual repartición de la riqueza que se ha perpetuado.

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Sus opositores intentaron descalificarlo de la carrera presidencial, invocando una condena anterior por no declarar sus ingresos, acusándolo de mentir sobre sus diplomas y de no haber pagado casi 4 mil millones de dólares por derechos de sucesión.

Aún así, desde el principio se destacó como el caballo ganador, consiguiendo el apoyo del presidente saliente, Rodrigo Duterte, que lo había calificado de “débil”, y de su hija Sara, que aspira a la vicepresidencia.

Algunos ven este apoyo como un intento de Duterte, objeto de una investigación internacional por su mortífera guerra contra las drogas, de evitar ser perseguido cuando termine su mandato.

OH