La jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, se ha ido desinflando políticamente por decisiones que cuestionan su discurso sobre transparencia, combate a la corrupción y democracia.

Y no, no es tanto por el fuego amigo -que existe- ni por la presión de la oposición, sino porque al colocarla como su candidata a la Presidencia, el presidente López Obrador la colocó en la lupa de la ciudadanía.

Sheinbaum no ha podido sacudirse las secuelas del derrumbe de la Línea 12 del Metro.

Para la funcionaria, el hecho de que las empresas hayan indemnizado a los familiares de las víctimas es suficiente para dar por cerrado el caso; pero no ha habido justicia.

No hay un responsable en la cárcel a un año de la desgracia –“incidente’’, le llama Sheinbaum-; la protección que le dio a la exdirectora del Metro, Florencia Serranía que ni siquiera fue a comparecer al Congreso local, constituyó una afrenta para las víctimas.

Nombrar a Serranía miembro del Comité Externo de Evaluación del Centro de Ingeniería y Desarrollo Industrial (CIDESI), del Conacyt, es una burla.

Sheinbaum se tropezó nuevamente con las ruinas del desastre al anunciar que demandó a la empresa noruega DNV, encargada del peritaje del derrumbe de la Línea 12, “por deficiente, mal ejecutado, con problemas técnicos, tendencioso y falso’’, pero sin presentar ninguna prueba.

El documento de DNV no se conoce pero se sobreentiende que incrimina a la administración de Sheinbaum; solo eso justifica el encono la lista de adjetivos en contra de la prestigiada empresa y las conclusiones de su informe.

Ahora la jefa de Gobierno anuncia la contratación de oooootra empresa para que realice ooootro peritaje cuando la evidencia ha sido borrada y el lugar de los hechos está completamente cambiado.

Negar la publicación del tercer informe de DNV también tiene un alto costo político para la “corcholata preferida’’, que debe darse cuenta que repetir lo que se dice en Palacio Nacional diariamente no es suficiente para proyectar una candidatura presidencial.

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La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) reaccionó ayer como resorte cuando un altercado entre un actor y un periodista afín a la 4T se hizo viral en las redes sociales.

El comunicador presentó como testimonio de la agresión unos lentes rotos los cuales, dijo, el actor le rompió en la cara…que no presentaba ninguna herida.

Pero ayer que fue asesinado un columnista -a-s-e-s-i-n-a-d-o-, Luis Enrique Ramírez, la fantasmal CNDH no se había pronunciado hasta el cierre de este espacio.

¿Por qué un pleito casi de cantina despertó de su letargo a la CNDH y el otro le mereció silencio cuando es notoriamente más grave?

Si durante los sexenios de Calderón y Peña se cuestionó el papel de la Comisión, en este pasó, sin rubor, a ser un apéndice del Gobierno que debía supervisar.

Ni hablar.

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Conforme pasan los días, va quedando claro que el grupo de choque que hace poco más de una semana atacó la planta de La Cruz Azul, en Tula, llevaba la consigna específica de tronar la subestación de la CFE para afectar la productividad de la que dependen más de 17 mil familias.

Los trámites de reconexión ya estaban autorizados por la CFE y el CENACE.

Sin embargo, nos informan que el superintendente de transmisión, Ernesto Jaramillo, está deteniendo el procedimiento por una razón de peso, afectando el sustento básico de los trabajadores y socios.

¿Estará enterado Manuel Bartlett?

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