La casi nula ocupación del nuevo aeropuerto Felipe Ángeles desató la ira presidencial en contra de los funcionarios encargados de su operación y que desde su punto de vista “no han hecho nada’’ para aprovecharlo.

Desde luego que las críticas cotidianas, la chunga de la oposición y un sector de la sociedad así como el desdén de las aerolíneas que no ven rentable sus operaciones desde Santa Lucía, contribuyen al malestar presidencial.

Ayer, sin embargo, el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió tomar cartas en el asunto.

El primer regañado fue el secretario de Comunicaciones, Jorge Arganis Díaz Leal, por no exigir a sus subalternos acciones concretas para “descongestionar’’ el aeropuerto Benito Juárez, que es un eufemismo para decir llevar a las líneas aéreas a Santa Lucía.

Arganis confió esa operación al subsecretario de Transportes, Rogelio Jiménez Pons Gómez, quien tampoco ha hecho mucho para cumplir con las exigencias presidenciales.

Jiménez Pons fue el primer responsable de la construcción del Tren Maya; fue relevado del cargo y días después, cuando se le cuestionó al presidente López Obrador la razón del cambio, respondió que el tren necesitaba de gente “con más compromiso’’.

Tal parece que ese compromiso le sigue faltando a Jiménez Pons pero ahora en el Felipe Ángeles.

También se llevó su regaño el actual director del AIFA, Isidoro Pastor Román, que a más de un mes de inaugurada la terminal sigue sin contar con servicios básicos como agua corriente, internet y bancos.

Mención aparte merece el actual director del aeropuerto Benito Juárez, Carlos Alfonso Morán Moguel, quien fue relevado de la Secretaría de Comunicaciones por Jiménez Pons.

Como primer subsecretario del sexenio, Morán conocía no solo el proyecto de Santa Lucía sino los graves problemas que padecía el Benito Juárez de saturación aérea y de los deficientes servicios en las terminales 1 y 2, que las hacen parecer centrales camioneras, pero de las feas.

Morán ha nadado “de a muertito’’ en el tiempo que lleva como director del aeropuerto capitalino y desde Palacio Nacional no se explican cómo es que sigue permitiendo la ampliación de operaciones a las aerolíneas a pesar de la saturación.

Todos los funcionarios anteriores se la pasaron de reunión en reunión ayer, para concretar un plan que, literalmente, obligue a las aerolíneas de carga y pasaje a utilizar el nuevo AIFA.

¿Lo lograrán?

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La intención del Gobierno federal es que sólo se autoricen 50 operaciones por hora en el Benito Juárez, en lugar de las 61 que ocurren actualmente.

Las 11 restantes serían enviadas al AIFA y para eso diseñan una estrategia.

Tradicionalmente las aerolíneas no tienen problema en retrasar sus operaciones; pero el atraso de un despegue, por ejemplo, repercute en el resto de las operaciones que están en la fila.

Aún así podían salir sin mayores consecuencias.

La pretensión ahora es que los vuelos que no cumplan con su plan, saldrán de la fila y serán o cancelados o enviados al AIFA.

Es solo una de las propuestas que se manejan pero que no han sido negociadas con las aerolíneas.

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Una de las causas por las que las aerolíneas no cumplen en tiempo y forma con sus planes es que ¡no cuentan con el personal suficiente!

Y no hablamos solo de los trabajadores de tierra, sino de pilotos y sobrecargos que no han podido ser contratados por la situación económica por la que atraviesan las aerolíneas de pasaje.

Sin el personal suficiente es imposible que mejore la calidad del servicio -en cualquier aeropuerto- y que se hagan esos nudos a la hora de despachar los vuelos.

Todo eso cree el Gobierno será resuelto cuando el Felipe Ángeles deje de ser ninguneado.

¿A poco sí?

 

LEG