La esfera digital invadió el periodismo, la industria editorial, la producción y la difusión académicas en América Latina, en un proceso que inició en los años 1980 y se consolidó a principios del siglo XXI. En lo que se refiere a las publicaciones político-culturales impresas, algunas se adaptaron a ese cambio y adoptaron el formato digital; otras no lograron adecuarse y persistieron en la circulación en papel (pocas sobrevivieron, la mayoría desapareció). Finalmente, muchas surgieron exclusivamente en formato digital, aprovechando las ventajas del soporte, como la inmediatez y los relativamente bajos costos de reproducción.

El carácter fragmentario de las publicaciones digitales (revistas digitales, blogs y portales), su intangibilidad y la interactividad establecida entre productores y usuarios modificaron radicalmente el campo informativo. El nuevo contexto -que hoy ya está normalizado-, representó un desafío para los periodistas, comunicólogos, escritores, científicos sociales e historiadores, quienes pasaron a considerar su acción político-social y la misma relación entre cultura y poder en el espacio de la web o bajo su influencia.

En todos los países de América Latina han surgido medios digitales que se definen como alternativos (al navegar por la web, podemos encontrar muchas revistas, portales y blogs vinculados a la creación, al pensamiento crítico y a la expresión y defensa de grupos minoritarios). Su inserción en el campo cultural y político se da a partir de la polémica y a veces también del activismo político.

La asociación-colaboración entre medios de varios tipos y provenientes de muchos lugares estimula la formación de una comunidad de lectores y colabora en el desarrollo de una conversación pública. Muchos portales digitales mantienen agendas mediáticas alternativas en el universo de la web, ofreciendo un espacio de información y crítica que contribuye para mejorar su calidad. A partir de un punto de vista ciudadano, establecen un contrapunto con el periodismo tradicional, aunque tienen que lidiar con una estructura poco amigable a sus iniciativas y un entorno en que los algoritmos, diseñados e impuestos por Google, Facebook, Amazon, Apple y Microsoft, interfieren en la esfera pública y en la misma conformación y mantenimiento del público lector.

De cualquier manera, las redes digitales ofrecen -por sus propias características de velocidad, fluidez informativa y disponibilidad de herramientas digitales para la creación y difusión de información-, un espacio que ha sido utilizado de manera inteligente para ampliar la participación y movilización social y política de los grupos históricamente subalternizados.

La defensa de una globalización diferente, que priorice valores sociales y preserve el medioambiente, en oposición a los movimientos que limitan su concepción de desarrollo a las premisas del neoliberalismo económico, orienta muchos de esos medios. Seguirlos representa una invitación a entender a América Latina desde una perspectiva distinta, principalmente en esos tiempos del “reino de la opinión”, que hace de las redes y espacios sociales multitudinarios, como WhatsApp, el lugar “idóneo” de información para un público cada vez más amplio, al cual el esfuerzo crítico le parece superfluo.