¿Alguna vez ha comprado algo por recomendación y a la media hora ya se rompió o ha contratado a alguien para algún empleo y resulta que esa persona ni se dedicaba a eso? Pues algo así pasa en el sector obrero, con un hombre que se hace pasar por trabajador minero y que inventó que sabía el oficio para únicamente enriquecerse de los trabajadores.

Es la historia de Napoleón Gómez Urrutia, Napito, mejor conocido como “el millonario senador de Morena”, pues este impostor olvidó que lleva toda su vida viviendo como rey gracias a la minería y no, no me refiero solo a los últimos 20 años donde se apoderó y ha explotado como se le ha dado la gana la Secretaría General del Sindicato Minero, sino que siempre ha comido de este sector, y ahora simplemente quiere acabar con él.

Hoy, Napito está empeñado en desprestigiar el trabajo de miles de personas al decir que la minería ha saqueado a México, que contamina, que está secuestrada por empresas extranjeras y que pone en riesgo a los trabajadores, todas estas mentiras las impulsa desde su cuestionada curul en el Senado de la República.

Afortunadamente, Napillo ni es una voz autorizada, ni creíble; sin embargo, lo que preocupa es que cada día demuestra una carencia más agresiva de ética e intente vulnerar la estabilidad laboral y económica de una cadena productiva que engloba a más de 2 millones de familias mexicanas.

Desde hace más de una década, sobre Napito recae la acusación de no menos de 10 mil mineros a los que les robó 55 millones de dólares provenientes del fideicomiso Mexicana de Cananea, queja que ha sido apuntalada por comprobantes y documentos de la minera, y es de ahí donde surge el odio y venganza que quiere cobrar desde el Senado.

Napito mezcla su odio con la realidad de una actividad productiva e impulsora de la economía nacional; la minería aporta 8.3% del Producto Interno Bruto industrial y 2.3 del PIB nacional. De acuerdo con datos del Instituto Mexicano de la Competitividad, la carrera de minería es la mejor pagada en nuestro país.

Este sector le ha dado todo. Él olvida que de esa actividad se pagaron sus estudios, esos que tanto presume pero que no le han servido para gran cosa, olvida sus orígenes, no nació rico, la fortuna, peso por peso, deriva de ahí, de los contratos colectivos y de sus técnicas de extorsión que aplica a las empresas que hoy critica.

Si alguien ha saqueado a la minería y a los obreros es él. ¿Cómo explica una fortuna que acumula mansiones y viajes en jets privados? ¿Cómo la colección de vehículos de lujo de uno de sus hijos?, o el restaurante en Canadá del otro, ¿cómo? Pues simplemente de sus oscuros manejos como líder minero.

Quienes lo conocen, además aseguran y cuentan que su padre, Napoleón Gómez Sada, quien fuera el secretario general del Sindicato Minero, fue quien le consiguió la dirección de la Casa de Moneda de México, gracias a su militancia y proselitismo en favor de gobiernos priistas, hoy tan repudiados por Napito “el morenista”.

¿Convenenciero? Nada más tantito. Desde que llegó al Senado ha atacado a la minería y al empleo de los que debería proteger. No ha impulsado ninguna iniciativa real en favor de los mineros, no ha hecho nada.

Debería guardar su odio, recapacitar y retractarse, debería ser honesto por primera vez en su vida, dejar de atacar a los mineros y a las empresas, debería informarse, dejar de mentir y reconocer que la minería ha evolucionado, que impulsa comunidades y es ecológicamente responsable.

Que no olvide que hay un movimiento minero y que cada uno de nosotros defendemos nuestra profesión, empleo y a nuestras familias de cínicos, impostores y abusivos como él.

 

  @CarlosPavonC