Adrian Trejo

Si ni el secretario de Seguridad Pública y el fiscal del estado le reportan al gobernador los avances de un caso tan mediático e importante como el asesinato de una joven, ¿qué espera el mandatario estatal para sustituirlos?

Samuel García no gobierna Nuevo León, a juzgar por sus propios dichos.

¿Será posible que el gobernador no conociera la carpeta de investigación del caso Debanhi Escobar, casi dos semanas después de iniciada la averiguación?

O el gobernador miente deliberadamente o no tiene el control de sus subalternos, como corresponde.

Cualquiera de las dos posibilidades implica un escenario de miedo para los neoleoneses.

Samuel García y su esposa Mariana Rodríguez han hecho de sus respectivas responsabilidades -sobre todo García- un reality show.

La frivolidad con la que se conducen les juega ahora en contra, cuando la población requiere de gobernantes comprometidos, dedicados de tiempo completo a la atención de los principales problemas que padece la entidad, notoriamente la inseguridad.

Si el gobernador naranja creía que podía gobernar una entidad tan compleja como Nuevo León por medio de TikToks se ha topado con una realidad espeluznante.

Hasta quienes lo promovieron para llegar al cargo comienzan a reclamarle la ausencia de resultados en materia de seguridad; cómo estará el asunto que hasta comienzan a extrañar al “Bronco’’ Jaime Rodríguez, preso como ejemplo del “combate a la impunidad’’.

Evidentemente el gobernador no es Ministerio Público para encabezar las investigaciones, pero sí tiene el peso político para apretar a sus subalternos para que cumplan con su trabajo.

¿No le ha pasado al gobernador por la cabeza que su secretario de Seguridad, Aldo Fasci y su fiscal Gustavo Guerrero Gutiérrez le reportaron a “otra autoridad’’?

La candidez política del gobernador naranja es evidente; mientras él juega a que gobierna, otras fuerzas se han encargado de tomar el control del poder en el estado.

Si Samuel García creía que podría ser candidato presidencial, sus aspiraciones resbalaron en un pozo de aguas pestilentes.

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La jefa de campaña de Morena, perdón, la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, acudió a Quintana Roo a tratar de dar un envión anímico a la campaña de Mara Lezama.

Sheinbaum se pasea los fines de semana por todos los estados en los que habrá elecciones con cualquier pretexto (como si los necesitara).

Primero fue “informar’’ sobre la reforma al sector eléctrico y ahora para “explicar’’ la importancia de la nacionalización del litio.

Como sea, no deja de ser interesante que la campaña de Lezama requiera de la primera plana morenista para inyectarle ánimos, luego de que en los últimos días sus promotores, entre ellos Jorge Emilio González, se haya visto involucrado en un escándalo de misoginia y violencia política en contra de la candidata de la alianza PAN-PRD, Laura Fernández.

Faltan casi cinco semanas de campaña, pero las tendencias de Fernández son al alza en tanto que Lezama parece haber alcanzado su techo.

Todo puede suceder.

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El exgobernador interino de Campeche, Carlos Miguel Aysa González, comparecerá hoy ante Comisiones en el Senado a la espera de recibir su recompensa, perdón, el voto de los legisladores para que se pueda ir de vacaciones, perdón otra vez, de embajador de México ante el Gobierno de la República Dominicana.

Aysa fue gobernador de Campeche los dos últimos años del sexenio anterior como interino del ahora líder del PRI Alejandro Moreno, “Alito’’, quien lo considera un traidor no solo a la causa tricolor sino a la confianza que le tuvo para designarlo sucesor temporal.

Ni hablar.

LEG