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Foto: Archivo | Vladímir Putin trabaja por recuperar la “grandeza” de Rusia y su influencia en la región  

La salvaguarda de un territorio separatista prorruso en Ucrania ante la “influencia nazi” que lo amenazaba fue uno de los argumentos del Kremlin para comenzar una invasión que ha durado 57 días. De concretarse, el reconocimiento de las regiones de Donetsk y Lugansk sería uno de los procesos secesionistas más largos y con una de las cifras más altas en materia de pérdidas humanas. El trasfondo de la guerra que se libra en Europa podría ser, según expertos, algo más que la consolidación de un sentimiento nacionalista.

Natalia Rivera, doctora en Relaciones Internacionales por la UNAM, habla de la particularidad del caso ucraniano y las razones que llevaron a Moscú a invadir un territorio exsoviético donde ha permeado la cultura occidental, algo que choca con los objetivos de Vladímir Putin, quien trabaja por recuperar la “grandeza” de Rusia y su influencia en la región.

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“Es un pretexto. Ucrania tiene una población con distintos grupos étnicos, como todos, pero Putin argumentó que grupos neonazis de Ucrania estaban atacando a los separatistas prorrusos en el Donbás, entonces había que liberar al país (…) en el fondo está la nostalgia del Presidente por recuperar la influencia perdida de la URSS en Eurasia”, explicó la internacionalista.

Rivera, especialista en temas de China, Asia y el Pacífico, habla de dos personajes que susurran al oído de Putin: Aleksandr Duguin y el patriarca Kirill, ambos con discursos que respaldan la idea de la grandeza rusa perdida y la imposición de lo eslavo por encima de lo occidental como parte de un “rescate cultural”. Lo anterior adquiere sentido cuando ellos perciben “una apertura de Ucrania a las tendencias occidentales como una forma de sobrepasar los límites morales”, detalló Rivera.

En lo general, las tendencias separatistas nacen de la urgencia de legitimación de derechos de las culturas que habitan dentro de un Estado-Nación, de la necesidad de reconocimiento del territorio en donde viven, el idioma, la desocupación militar, y el respeto a los Derechos Humanos de quienes se identifiquen como parte de ciertas etnias. Son común denominador de las demandas en lugares como Córcega y Cataluña, donde las exigencias se confrontan con el sentido de “unidad” establecido y estalla el conflicto.

Pero también hay éxitos… o casi. Para Montenegro, en el sureste europeo, la proclamación de independencia en mayo de 2006 llegó de la mano del reconocimiento internacional, ingresando a la lista de países de la ONU en cuestión de semanas, a diferencia de Kosovo y Sudán del Sur, donde solo conocieron victorias parciales, pues el conflicto y la crisis humanitaria también se establecieron en los que ahora son territorios independientes.

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Frente al escenario que hoy se vive en Ucrania, la académica se cuestiona: ¿si la tendencia separatista fue tan solo un pretexto, a quién le conviene una guerra de este tipo? La respuesta solo puede darse en supuestos, pero es un hecho que empresas privadas e incluso países de la misma OTAN verán los beneficios de la cesión de armamento cuando llegue el momento de reclamar el pago por la ayuda militar o las licitaciones para la reconstrucción… una vez que el conflicto termine.

FRASE

“Es un pretexto. Putin aprovechó la presencia de grupos neonazis y sus ataques al Donbás para ‘liberar al país’ (…) en el fondo está su nostalgia por recuperar la grandeza de la URSS”

Natalia Rivera

Internacionalista y académica

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