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Foto: AFP / El veto de la Bienal a los artistas, instituciones o personalidades vinculadas al régimen de Vladimir Putin, no dejó de sorprender a algunos sectores, que temen que se abra una suerte de cacería de brujas  

“Ningún diálogo. Estamos en el frente” de guerra, dice con tono inflexible el artista ucraniano Pavlo Makov, al referirse a la situación en su país, tras presentar su obra en la 59 edición de la Bienal de Arte de Venecia que se inaugura el sábado.

El artista de 63 años, que representa a Ucrania en la prestigiosa cita internacional del arte, concentra las miradas con una instalación que ha tenido que ser adaptada a las circunstancias inciertas causadas por el conflicto.

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“No hay espacio para el diálogo, estamos en el frente. (…) Tal vez después de dos o tres generaciones, como con los alemanes, podamos reiniciar el diálogo” con Rusia, sostiene el artista.

Makov tuvo que escapar y esquivar literalmente las bombas para llegar a Venecia, así como su instalación, formada por una serie de embudos, que fue transportada por partes, bajo la custodia de una de las curadoras.

“Salí también con mi mamá de 92 años, me dijo que no le importaba si la mataban, que había sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial“, contó el artista que aún no sabe dónde vivirá en el futuro.

Llamada La fuente del agotamiento, la instalación, que consta de 72 embudos de cobre color azul, colgados como una pirámide en una plataforma de tres metros cuadrados, por donde el agua corre hasta llegar al fondo, simboliza lo que llamó “el momento que vive la humanidad”, con el gradual agotamiento de sus propios recursos físicos y mentales.

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“Me siento ante todo un ciudadano de Ucrania (…) porque represento a todo el país (…) Estoy haciendo algo que tenía que hacer. Un deber”, confiesa en una larga charla en inglés en el sugestivo espacio de la Sala de Armas del Arsenal ofrecido por la misma Bienal.

“No creo que el arte pueda cambiar el mundo. Pero el arte puede ayudarnos a sobrevivir”, sostiene satisfecho por la solidaridad que ha recibido también de la ciudad y de muchas instituciones.

Mientras tanto, el pabellón oficial de Rusia vacío, después que de que el curador y los artistas seleccionados renunciaran a participar indignados por el conflicto, resulta el emblema de la edición del 2022.

El veto de la Bienal a los artistas, instituciones o personalidades vinculadas al régimen de Vladimir Putin, no dejó de sorprender a algunos sectores, que temen que se abra una suerte de cacería de brujas.

Un dilema complicado, ya que la mayoría de las instituciones y festivales del mundo, entre ellos los de cine de Cannes y de Venecia, han decidido cancelar la presencia de artistas rusos en sus programaciones.

“Que Rusia deje de colonizarnos, porque Rusia es una potencia imperial, que ha usado países como Ucrania (…) porque muchos grandes artistas rusos son, de hecho, artistas ucranianos”, lanza Maria Lanko, la curadora del pabellón ucraniano.

Lanko, galerista de Kiev, de 35 años, contó su periplo de varias semanas para salvar la obra, para lo cual tuvo que cruzar la frontera y atravesar Rumania, Hungría y Austria, antes de llegar a Venecia donde fue montada junto con otras partes fabricadas en Milán.

No muy lejos, la comisaria de la nueva edición de la Bienal de Arte, la italiana Cecilia Alemani, anunció la creación de “Piazza Ucrania” (plaza Ucrania), un espacio diseñado para la meditación que irá cambiando y creciendo hasta su cierre en noviembre y en donde serán admitidas hasta las provocaciones.

Se trata de un espacio con una montaña de sacos de arena similar a la que levantan en estos días los ciudadanos ucranianos para salvaguardar su patrimonio artístico.

LEG