Eres humano, así que debes saber qué es el narcisismo

Markus Zusak

Hay infinidad de estudios sobre el narcisismo. ¿Y cómo no?, si es la patología de moda. Digamos que su característica central es el culto a sí mismo, hoy en día fomentado, como nunca antes en la historia de la humanidad, por una cultura del éxito a partir de la propia imagen.

Y no es que esto haya cambiado mucho a lo largo de los siglos; es que hoy nos es fácil a todos tener la imagen que queramos, gracias a la tecnología de los “embellecedores” llamados filtros, con los que podemos moldear las proporciones de nuestro rostro y cuerpo.

Ya no hay que invertir en el cirujano ni dejar la vida en el gimnasio, solo hay que vivir a través de las aplicaciones para conseguir seguidores, likes y hasta dinero. Cada vez acostumbramos vernos más a nosotros mismos en ellas y no en el espejo. A partir de esa falsa imagen física, además, construimos la personalidad ficticia que queremos mostrar a los demás.

Por supuesto, podemos revelar nuestro verdadero ser, despojándonos de máscaras, maquillajes y fingimientos, sin miedo al rechazo. No son pocos los casos de influencers que lo son justo por eso. Ellos, con gran seguridad en sí mismos y sus peculiaridades, despiertan en otros simpatía y empatía.

O podemos mostrar solo nuestro lado malévolo, volviéndonos los haters de las redes sociales, difundiendo discursos de odio y discriminación; contagiando el malestar, porque necesitamos vomitarlo. Si alguien por ahí se engancha y se siente igual, es probable que experimentemos algún alivio. Esta es la categoría de lo que en psicología se denomina la Tríada Oscura de la Personalidad: narcisismo, psicopatía y maquiavelismo.

Donde quiera que se dé el discurso de odio, al nivel que se dé, en casa, el trabajo, la convivencia social, las redes, la política e incluso la religión, estaremos ante este tipo de personalidad patológica en extremo.

El problema es reconocerlos, darnos cuenta de lo que son, porque estamos acostumbrados al discurso de odio como una conducta normal en la sociedad. De hecho, a lo largo de la historia lo hemos confundido con búsqueda de la justicia.

Cuando nos enganchamos con la indignación que otro pretende infundir en nosotros, es que la llevamos dentro igualmente. Todos por supuesto debemos indignarnos, porque es la manera de poner límites y no permitir que nos lastimen o abusen de nosotros, el problema es la reacción.

Reaccionamos con narcisismo, es decir, negando la realidad, con violencia, tratando de imponer a toda costa nuestro punto de vista como la verdad, descalificando a los demás y anteponiendo en todo momento nuestros intereses y necesidades, o reconocemos a los otros en alteridad (nos ponemos en sus zapatos), para encontrar juntos las mejores soluciones para todos, porque, al fin y al cabo, en la vida real no hay filtros, los demás nos ven, por lo general, como realmente somos. Solo quienes no quieren verse a sí mismos como son, aceptan únicamente lo que les queremos mostrar. Es una especie de complicidad para vivir en la irrealidad.

Preciso es señalar que los narcisistas son personas débiles, por eso reaccionan con berrinches, violencia y amenazas. Quienes son realmente fuertes piensan y actúan en alteridad, toman en cuenta cómo pueden afectar a los demás, pero son firmes para imponer límites, se enojan cuando es necesario con quien deben hacerlo y no permiten el abuso, porque tienen verdadero amor propio.

Hoy, sin embargo, el amor propio es algo muy difícil de encontrar en sociedades narcisistas, que buscan la imagen perfecta, no toleran la frustración ni el fracaso ni la incertidumbre ni la debilidad. Pretenden ser bellas, perfectas y llamativas, como Narciso. Y tienen su Némesis –la Diosa que hechizó al joven para que se enamorara de su propia imagen, por despreciar a la ninfa Eco— en las redes sociales y sus filtros, cada vez más sofisticados.

@F_DeLasFuentes

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