En Quintana Roo existe un sin sabor agridulce para con el Tren Maya, por un lado los hoteleros que la libraron con el paso del convoy en su traspatio, están medianamente conformes, sin embargo el presunto desastre ambiental en la nueva ruta, es algo que veo y oigo los tiene preocupados.

Personajes que pidieron anonimato coincidieron que definitivamente el verdadero factor de quiebre para tomar la decisión de trasladar el trazo de la carretera 307 a la selva, fue ni más ni menos que el tiempo que le iba a tomar al gobierno federal lidiar con las demandas y amparos que meterían freno a la construcción del tren, impidiendo así que quedará listo para 2023. La realidad es que esa fue la verdadera razón de peso.

De tal forma que si el gobierno federal se metía en una riña legal por los terrenos, se hubiera ganado un verdadero embrollo que le impediría ir a todo vapor en su construcción, máxime que trae prisas por terminarlo.

Recordemos que agrupaciones y empresarios de la Riviera Maya como la Asociación de Hoteles de la Riviera Maya (AHRM), en conjunto con el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) de la entidad en noviembre del año pasado enviaron una carta abierta al presidente Andrés Manuel López Obrador para pedir el cambio de trazo del convoy desde la carretera hasta el Anillo Periférico de Playa del Carmen.

“El actual trazo incrementará exponencialmente el costo total de la construcción por la modificación de las líneas de alta tensión y compra de tierras para cumplir las exigencias para el derecho de vía del Tren Maya, mismas que no se cumplen en ninguna de las dos ubicaciones propuestas lo que implica la compra y expropiación de propiedad privada, lo cual derivará en juicios largos, costosos, con pocas probabilidades de éxito para el gobierno federal” indicaron en su momento los empresarios en aquella carta.

La misiva daba a entender que el tendido del Tren Maya que iba a pasar por la carretera federal iba significar el mayor desastre económico del estado más turístico de México, porque además de embotellamientos insulsos que en gran medida ahuyentarían al turismo hacia otros destinos como Dominicana o Jamaica.

También los tiempos de traslados de turistas, insumos y trabajadores de menos se triplicarían, o sea que un traslado normalmente de hora y media iba a elevarse hasta cuatro horas.

O sea que si al gobierno no le corriera prisa, lo más seguro es que lo hubiera pasado por la carretera federal sin mayor problema, y fue el propio Javier May Rodríguez Director del FONATUR quien convenció de ello al presidente de México, me comentaron en corto.

También, si el propio gobierno hubiese expropiado los terrenos de colindancia de hoteles, muy seguramente se iban a generar problemas mayúsculos, ya que en esos fragmentos de tierra muchos hoteles tienen colocadas instalaciones estratégicas como celdas fotovoltaicas, plantas potabilizadoras, almacenes, plantas de luz, fibra óptica y otros menesteres propios del negocio de la hospitalidad que más allá del costo que conlleva su reubicación, les iba obligar a cerrar sus hoteles temporalmente para abocarse dichas obras. Así que nos quedaremos con la duda ¿O fue la carta de los empresarios o fueron las prisas del gobierno?

Y ante la pregunta ¿Cómo ven el Tren maya? Tuve opiniones diversas tanto de apoyo como de desapruebo entre diversos personajes de la vida pública, empresarial y política del estado. Desde ¡Nadie quiere ese tren!, pasando por la revelación de que a quien más le va servir el Tren Maya es al propio Quintana Roo, para el transporte estratégico de personal y mercancías en horarios nocturnos sobre todo.

Algunos empresarios me revelaron que el proyecto del tren fue algo que se venía acariciando mínimo desde hace unos quince años atrás, un tren exclusivo de Quintana Roo incluso se habría pensado conectar ese tren con un ramal que viniera desde Mérida Yucatán hasta Tulum.

Al parecer los hoteleros ya la libraron, pero presuntamente la selva y los cenotes no tanto, lo malo es que esas milenarias cavernas no hablan.

LEG