ADRIANA FRANCO SILVA

                                   CENTRO DE RELACIONES INTERNACIONALES, FCPyS

 

El conflicto en Ucrania ha dominado las notas de los periódicos internacionales omitiendo temas que son igualmente importantes para el análisis de la realidad internacional. África, en general, es uno de los espacios del orbe menos conocido y más estereotipado, el territorio de menor preocupación para los medios y dinámicas internacionales. Es, por ejemplo, una de las regiones que menos contamina, pero que más sufre los efectos de la crisis climática. África emite menos del 4% de las emisiones de dióxido de carbono. Sin embargo, con base en información del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), África es el continente que más consecuencias negativas sufre por este fenómeno.

Siguiendo el estudio del IPCC, Naciones Unidas ha recuperado algunos puntos centrales en relación con el continente: África se ha calentado más rápido que la media mundial, su nivel del mar en las costas atlántica e índica también están aumentando de manera más profunda que el promedio global, las sequías y las inundaciones son cada vez más intensas o duraderas, y sus glaciares están desapareciendo. Esto, junto con los conflictos armados que benefician a las corporaciones extractoras internacionales, las crisis sistémicas, los efectos prolongados de la pandemia del coronavirus, entre otras, han hecho que haya un aumento de la población afectada por la inseguridad alimentaria en cerca de 40% en relación con el año anterior, según Naciones Unidas.

Además, las sequías proyectadas para este año dañarán las cosechas en África e incrementarán la erosión costera y escasez de la pesca, profundizando la inseguridad alimentaria de estas poblaciones.

Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) afirma que la región más afectada por las sequías es el Cuerno de África, particularmente Etiopía, Kenia y Somalia, donde las poblaciones rurales se enfrentan a su tercer año consecutivo de sequías. La FAO señala que para hacer frente a este problema es necesaria la ayuda internacional. No obstante, la asistencia que reciben los países podría disminuir o desaparecer por la redistribución de recursos destinados a hacer frente al conflicto en Europa oriental.

Además, aunque África cultiva alimentos (principalmente para la exportación), la mayoría de los Estados son dependientes del trigo, gas y fertilizantes de Ucrania y Rusia. Esta situación, más el incremento de los precios de los alimentos como consecuencia de la conflagración, pueden agravar la inseguridad alimentaria que atraviesa el continente. No obstante, más allá de eso, las propuestas y alternativas africanas también deberían considerarse, porque los pueblos africanos en ningún momento han sido pasivos frente a su realidad.

Para diversos grupos africanos, la naturaleza no es un objeto, sino parte integral de las comunidades. Le Grange menciona que para las comunidades shona, el término ukama implica las relaciones que se tienen en un sentido amplio, pues incluye a la naturaleza, lo espiritual y, además, se consideran las futuras generaciones.

Asimismo, autoras como Leah Thomas consideran que el “ambientalismo interseccional” es fundamental para analizar la relación entre la injusticia social y medioambiental, porque no podremos modificar nuestras dinámicas con la naturaleza si no desestructuramos las opresiones de raza, clase, género, entre otras, las cuales articulan al sistema capitalista.