Héctor Zagal

Héctor Zagal

(Profesor investigador de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

El 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua, líquido esencial para toda forma de vida. Venimos a este mundo a través del agua. El primer elemento con el que interactuamos en cuanto inicia nuestra existencia es el líquido amniótico. El siguiente es el aire tras hacer uso de nuestros pulmones por primera vez al salir del útero materno. Pero lo primero es una tibia humedad en la que flotamos tranquilos. Algunos piensan que la razón por la que algunos marineros llamar al mar la mar es porque el agua es femenina. ¿Será que el salado oleaje nos recuerde el cuidado materno? ¿Será la mar una madre que abraza a quienes vuelven a visitarla? Enamorarse del mar podría ser un anhelo por volver ese primer momento en que nos sentíamos seguros y en que no había necesidad alguna que no fuera satisfecha.

Si del agua nacemos, también ella puede renovarnos, rejuvenecernos, restaurarnos. ¿Saben desde cuándo existen los ‘spas’? Estos establecimientos donde ofrecen terapias y tratamientos a base de agua no son nada nuevos. Los romanos, según lo que nos cuenta Plinio el Viejo (s. I d.C.) en su Historia natural, conocían el poder de las aguas minerales: “en la Galia, [que] tiene una fuente famosa que bulle con muchas burbujas, de sabor ferruginoso, lo que no se nota sino al final de haber bebido. Purga el cuerpo, cura las fiebres tercianas y deshace la piedra del riñón.” ¿Saben cómo se llama esa ciudad a la que seguramente se refiere Plinio el Viejo? A la ciudad de Spa, en la provincia de Lieja, en Bélgica. Las propiedades curativas de las aguas minerales son cuestionables, pero la verdad es que suena bastante bien sumergirse en agua “que bulle con muchas burbujas”.

Hay aguas que pueden restaurar incluso la virginidad. Hera, la de los níveos brazos, solía bañarse en el manantial Kanathos para renovar su virginidad. ¿Será? Así como el agua limpia el cuerpo quitando impurezas que puedan enfermarnos y provocar mal olor, también puede purificar el espíritu. En diversas culturas y prácticas religiosas podemos encontrarnos con baños especiales para entrar a un templo, por ejemplo.

Pero no podemos hablar de purificaciones sin mencionar los diluvios. Y es que esas son purificaciones en serio. La Biblia nos cuenta que Dios purificó la Tierra haciendo llover durante 40 días. Los únicos sobrevivientes humanos son Noé y su familia: su esposa e hijos con sus respectivas esposas. El resto de los sobrevivientes son una pareja de cada especia animal que Noé pueda encontrar. Otro gran diluvio es aquel con el que Zeus quiso terminar con los impíos y malvados seres humanos. Sin embargo, Prometeo, uno de los titanes, avisó a Deucalión de los planes de Zeus y le aconsejó que construyera un arca para él y su esposa Pirra. Una vez que la lluvia cesó y pudieron andar a pie por la Tierra, decidieron visitar a un oráculo que les indicara cómo repoblarla con rapidez. Para esto el oráculo les recomendó tomar los huesos de su madre y arrojarlos por encima de su hombro. Después de darle vueltos unos instantes al acertijo, Deucalión y Pirra comprendieron que su madre era Gea, la Tierra, y que sus huesos eran las piedras. Entonces tomaron varios puños de piedras y las tiraron por encima de sus hombros. Cada piedra se convirtió en una persona. En el “Popol Vuh” nos encontramos con otro diluvio provocado por el desencanto de los dioses con los seres humanos. Y es que los dioses habían creado humanos de madera, sin alma ni entendimiento con los cuales honrarlos. Pero nada que una buena tromba no resuelva. El agua es vida y sustento, pero también destrucción.

Afrodita, diosa de la belleza y la sensualidad, nació de la espuma que se formó después de que Cronos arrojara al mar los testículos de Urano, su padre. Que la diosa del amor y la sensualidad esté relacionada con el mar da al agua un toque erótico. Pensemos también en las sirenas, seres mitológicos mitad mujeres, mitad aves, que hechizaban con su canto a los hombres y los llevaban a su perdición.

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana