FAUSTO QUINTANA

La invasión rusa a Ucrania, iniciada el pasado 24 de febrero, se suma a la serie de fenómenos globales que ponen en riesgo la seguridad y la estabilidad planetaria. El cambio climático, la migración irregular, el narcotráfico, el tráfico y la trata de personas, entre otros procesos antagónicos a la seguridad humana de la población mundial, se suman a los conflictos de carácter bélico. Ante tal panorama han surgido voces denunciantes sobre la incapacidad del multilateralismo de generar propuestas políticas y económicas eficaces y duraderas, que coadyuven con la mitigación y, de ser el caso, con la solución de los problemas globales contemporáneos.

En particular, la crítica está dirigida al papel de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la promoción y el establecimiento de la paz y la seguridad internacionales. Los antecedentes sobre su parsimonia y debilidad institucional para establecer la paz son muchos, tan sólo hay que recordar el genocidio en Ruanda en 1994, donde fueron asesinados cerca de un millón de integrantes de la población tutsi. Sin duda, la ONU ha cosechado muchos fracasos por su inoperatividad o la falta de capacidades coercitivas que, cuando las hay, éstas pueden ser neutralizadas por el derecho de veto de alguno de los cinco integrantes permanentes del Consejo de Seguridad, órgano mandatado por el artículo 25 de la Carta de las Naciones Unidas como el “responsable primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales”.

Sin embargo, es necesario hacer algunas acotaciones sobre la aseveración del fracaso del multilateralismo de la ONU. En primer lugar, los alcances en la consecución de la seguridad internacional dependen de la voluntad de los Estados miembros de la organización, en específico de aquellos con capacidades económicas y militares; la ONU no es una institución homogénea en la que rige el principio de la igualdad jurídica de los Estados, en los espacios de toma de decisiones y de concertación política dominan las naciones cuya aportación económica es mayor, en suma: es un espacio de relaciones de poder. Y, en segundo lugar, la ONU consiste en un sistema de órganos principales, organismos especializados, programas, fondos, universidades, etc., cuyo mandato supera la promoción y el establecimiento de la paz y la seguridad en términos tradicionales, y con una muy amplia cobertura.

En resumen, es en la solución de conflictos y agresiones militares, en los que se ven involucrados países poderosos, donde la ONU tiene grandes retos por resolver; no obstante, hay que reconocer que los tendría cualquier organización con disparidades entre sus afiliados. Se deberá seguir poniendo énfasis en los problemas estructurales de la organización, continuar con las propuestas de reforma y, sobre todo, apelar a la paz y a la estabilidad mundial en todas las circunstancias. La tarea consiste en reconocer las ventajas del multilateralismo y la concertación política, pues, de lo contrario, las visiones unilaterales y el ejercicio del poder sobre los débiles se mantendrán con mayor encono.

@Faustoquintana

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