En el Metro Peñón Viejo, un niño de 11 años se acerca a los policías adscritos a la estación con el semblante triste.

Su abuelita lo regañó, por el motivo que sea, y el menor, acongojado, salió de su casa y ahora necesita ayuda. Acude con los agentes porque sabe que entre la maraña de gente en el Metro, ellos pueden ayudarlo.

Los elementos de la Policía escuchan su historia y, como las penas con pan son buenas, le ofrecen unas papitas para que se calme y les dé el número de sus familiares. No pasa nada, que vienen en camino.

La primera en llegar a la estación es la abuela del niño y, minutos después, una alarmada madre que recibe a su hijo entre sus brazos.

Luego de escuchar la historia completa, abuela y madre vuelven a abrazar al muchacho, a sabiendas de que desaparecer en una ciudad tan grande siempre es una posibilidad.

Las mujeres firman la bitácora de hechos, agradecen el apoyo de los policías, y se retiran del lugar.

Una historia más del día a día en la Ciudad de México.

LDAV