Últimamente hemos visto a Napito muy activo, en mi pueblo dirían desatado, porque asegura que todo el mundo está en su contra, pero no es así, simplemente lo están alcanzado, una vez más, todas sus fechorías, una de ellas, que marcó, lastimó y sigue enlutando al sector minero: Pasta de Conchos.

A 16 años de Pasta de Conchos se siguen conociendo detalles de cómo y porqué salió huyendo Napoleón Gómez Urrutia de San Juan de Sabinas, Coahuila, sitio donde se ubica la mina. Aún circulan por ahí las imágenes donde los mineros de aquella zona aseguran no conocerlo, nunca haberlo visto, hoy esa aseveración sigue vigente y se replica en diversas minas del país.

Sin duda, fue una tragedia que nunca debió suceder, pero todo tiene su origen y el de ésta, estuvo en las manos de Napillo. A un mes de que ocurriera el accidente, que dejó un saldo de 65 mineros caídos él y solo él, hizo un convenio con la empresa, en donde permitió el ingreso a laborar de trabajadores contratados por tercerización, por el que a cambio aceptó dejar de lado la revisión de las condiciones de seguridad e higiene dentro de la mina.

El aceptar el ingreso de estos trabajadores, significó también un jugoso contrato millonario, con el cual Napito negoció por debajo del agua recibir bonos, cuotas extras y un ingreso fijo por cada uno de ellos, mientras que los mineros firmaban su contrato aceptando laborar sin ninguna prestación social.

Semanas atrás los mineros habían tratado de entrar en contacto con Napillo, avisarle que algo no marchaba bien, pero él nunca les hizo caso, es más nunca los recibió, el dinero pactado con anterioridad había comprado su silencio y conciencia.

Como consecuencia lógica de las omisiones cometidas y avaladas por Napillo, el 19 de febrero de 2006 la mina colapsó tras un estallido. En esos momentos, las familias no solo tuvieron que lidiar con la pérdida de un ser querido, del proveedor, el padre de familia o el hermano, sino que fueron abandonados por Napillo, quien tenía que responder frente a esas pérdidas, pero ni podía y mucho menos tenía la intención.

Tras el hecho, Napito se refugió en Canadá y ahí también obtuvo el sitio perfecto para huir de la ley mexicana, no solo por ser cómplice del accidente sino por robarle a los mineros de Cananea 55 millones de dólares, que como el mismo caso de Pasta de Conchos a la fecha trata de deslindarse.

Hoy se burla de las familias, del gremio minero y de los mexicanos al ocupar el Senado de la República para lamentarse de algo que él mismo fraguó. Ensucia e insulta al recinto con mentiras.

Actualmente, una vez más, utiliza a los mineros como carne de cañón y exige que sean ellos quienes bajen a la mina y participen en el intento que hará el Gobierno federal por rescatar los 63 cuerpos que aún se encuentran en el lugar. Díganle a Napillo que sigue sin tener idea de lo que es ser un minero, de lo que significa la profesión y el oficio. Los mineros no están para cumplir sus caprichos y mucho menos a su disposición.

Morena y la 4T lo regresaron a México, pero no para enjuiciarlo, ni para hacer justicia, sino para premiarlo como senador. Hoy lidian con él, se da el lujo de presionar al Gobierno, de descalificar funcionarios y mientras esto sucede hay 65 familias en espera de que pague y se haga responsable de lo ocurrido y 10 mil mineros que continúan con la esperanza de poder recuperar los 55 millones de dólares que les arrebató.

 

@CarlosPavonC