Las cosas más reales suceden en la imaginación

Carlos Ruiz Zafón

Para comenzar, rescatemos del artículo anterior un concepto clave para comprender cómo el ser humano crea y recrea aquello que experimenta: nuestra psique no distingue entre la realidad y lo que creemos que es la realidad.

De hecho, tiene mucho más poder en nuestra vida la imagen mental, que aquello con lo que estamos teniendo contacto directamente.

Esa imagen, además, no es una copia exacta de lo sucedido, sino una interpretación, una recreación producto de nuestro condicionamiento social, familiar y personal.

La imagen constituye la representación de un pensamiento al cual le damos carácter de verdad, es decir, una creencia, ligada a una emoción que la ancla en nuestra psique. Mientras más fuerte la emoción, más poderosa la creencia y más detallada la imagen, que es la encargada de toda creación y recreación, por tanto, vehículo principal de la existencia.

Se dice, por eso, que una imagen vale más que mil palabras. El subconsciente humano, que tiene el control de la mayoría de nuestras reacciones y aún nuestras acciones, responde mil veces más a una imagen que a una palabra.

Antes de que venga un pensamiento específico a su cabeza, ya hubo una imagen, que quizá no registró, pero que desató un proceso de la tríada que lo llevará a reaccionar o a tomar decisiones de una manera específica: aquella que la imagen determinó.

Estas imágenes pueden y suelen ser repetitivas en nuestra vida, dependiendo de cuánto nos aferremos a nuestras creencias. Y repetición tras repetición, vamos materializando lo que sucede en nuestra imaginación, e imprimiendo en nuestro cuerpo y nuestras relaciones el contenido de las emociones asociadas.

Así pues, ¿qué imágenes tiene usted en su mente?, ¿positivas o negativas?, ¿se ve usted sano, en abundancia, en una relación armónica, rodeado de gente que lo apoya, o se ve sin trabajo, empobrecido, traicionado? Si éste último es su caso, ¿desea un cambio o se queda en su zona de confort?

Bien, para quien elija el cambio, hay una técnica agradable y fácil para comenzar. Dice Paul Foster Case, uno de los más reconocidos esoteristas modernos, miembro de la Golden Dawn o Aurora Dorada, que la subconsciencia lo puede y, en realidad, lo hace todo. Lo que creemos que es nuestro raciocinio, generalmente no es más que una serie de justificaciones.

Así pues, nuestra vida puede ser reorientada no desde la razón, sino desde la subconsciencia, y ésta responde más rápida y efectivamente a la sugestión que a la orden directa. Por eso los famosos “decretos” tardan mucho en hacer efecto si no están acompañados del elemento sugestionador: la imagen.

El decreto es solo la orientación, la imagen da la instrucción a la subconsciencia para que comience a operar en nuestro favor. Si a ésta se une una emoción coincidente, el proceso de construcción de la realidad que deseamos se acelera.

Pero si la creencia y la emoción son contrarias a la imagen que estamos tratando de construir y fortalecer, le restarán poder y eficacia.

Así, el proceso correcto consiste en crear una imagen que nos imprima en mente y cuerpo una emoción agradable y, a partir de ésta, recurrimos efectivamente a la razón para elaborar el pensamiento o creencia que obrará en nuestro favor.

Aunque hay un requisito para que este proceso funcione, para que lo que sembramos germine: desbrozar es indispensable, una condición forzosa. Generalmente surgen una creencia y su emoción asociada contrarias a la imagen positiva que estamos tratando de crear: hay que detenernos ahí, para ver qué nos dicen. Encontraremos en ellas miedo y falsos juicios que debemos desactivar en un diálogo interno, porque por lo general tratamos de suprimirlas, y esto no funciona.

Desbrozar nos llevará mucho tiempo, no solo en cada ejercicio para construir imágenes positivas, sino años de nuestra vida, pero cuando lo logremos todo lo positivo que sembremos germinará rápido y abundante.

@F_DeLasFuentes

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