FAUSTO QUINTANA

Como si la sociedad internacional no hubiera tenido suficiente con los incalculables daños económicos, sociales y políticos de la pandemia por el SARS-CoV-2, ahora vivimos la amenaza de una posible invasión de Rusia en Ucrania que, vale la pena subrayar, ha sido pronosticada más por el gobierno estadounidense que por su contraparte ucraniana.

Si bien una agresión militar rusa violaría de manera flagrante el derecho internacional y la soberanía de Ucrania, las consecuencias serían catastróficas para toda Europa y, sin duda, para Rusia; al parecer no así para los productores y exportadores de armas y la industria energética global, claro, excepto Gazprom, pues las sanciones promovidas por EU afectarían de inmediato el gasoducto Nord Stream 2.

El desplazamiento de tropas rusas a la frontera con Ucrania, aunado a la diplomacia agresiva de Vladímir Putin, ha despertado la preocupación de Occidente. El presidente ruso argumenta la necesidad de las recientes maniobras militares ante la expansión de la OTAN hacia su frontera, pues para Moscú la presencia de la alianza militar es una amenaza a su seguridad nacional.

Por otro lado, Occidente considera que un conflicto militar desestabilizará la región al incrementar el flujo migratorio hacia los países europeos y obstaculizar su abasto de gas natural. Tan sólo hay que recordar que 55 por ciento de las importaciones alemanas de gas provienen de Rusia, razón por la cual Alemania ha sido renuente a enviar armas a Kiev.

A pesar de los esfuerzos diplomáticos de distensión en los últimos días, en particular los encabezados por Macron, Scholz y Biden, Moscú se mantiene firme en sus acciones, al parecer de disuasión ante la avanzada de la OTAN, más que de una amenaza real de invasión a Ucrania. En respuesta, muchos gobiernos han llamada a sus ciudadanos y representantes diplomáticos a abandonar de manera inmediata Ucrania. Por su parte, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, con el afán de mantener la calma en su país, desestimó la inminente agresión militar rusa vociferada por EU.

Si bien los temores de Occidente son justificados, pues existe el antecedente de la anexión de Crimea en el 2014 por parte de Rusia, lo cierto es que el conflicto tiene una connotación geopolítica que supera las implicaciones regionales, como la amenaza a la seguridad energética para Alemania. Ucrania se ha configurado como un territorio-escenario para la geopolítica energética global; la posibilidad de mejorar la aceptación del gobierno de Biden en su país con el desarrollo de un conflicto militar y, sin duda, contrarrestar el poder global de una alianza Rusia-China en el equilibrio de poderes en las relaciones internacionales globales.

En la medida que Rusia no retire sus tropas de la frontera y EU no disminuya las amenazas de las sanciones económicas y, en general, su propaganda antirrusa, seguiremos viviendo en la incertidumbre bélica los próximos días. El posible uso de armas nucleares, la amenaza a la seguridad energética global, el incremento de los flujos migratorios y, en el ámbito institucional, el deterioro de los mecanismos de concertación política regionales y multilaterales son algunos de los riesgos que se harán realidad en caso de elegir la opción militar.

Lo deseable, y por supuesto posible, es continuar con los esfuerzos diplomáticos en pro de la paz y la seguridad regional y mundial. El peor escenario es aquel en el que mueren personas, las familias dejan sus hogares y crece el encono entre las naciones.

@Faustoquintana

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