graciela iturbide
Foto: FondationCartier / Una fotografía icónica de Graciela Iturbide es "Nuestra señora de las iguanas", tomada en uno de esos pueblos oaxaqueños, en 1979  

La Fundación Cartier de París acoge a partir de este sábado la primera gran retrospectiva en Francia de la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide, para quien la cámara le ha servido ante todo “como pretexto para conocer la vida y el mundo”.

Iturbide se inició en la fotografía de la mano de Manuel Álvarez Bravo (1902-2002), contemporáneo y amigo de gigantes como el francés Henri Cartier-Bresson.

TE PUEDE INTERESAR:   Carlos Estrada: de dirigir videos de Billie Eilish y Katy Perry a ser nominado al Oscar

Álvarez Bravo fue la encarnación en México de un estilo de fotografía documental y humanista, basado en la rigurosa observación de ritos populares, de las clases humildes, de los cambios que sufría el país a lo largo del siglo XX.

Iturbide empezó acompañando a Álvarez Bravo durante los años 1970 por todo México, pero pronto tomó su propio camino.

Es autora de obras clásicas de la fotografía contemporánea, como su serie de fotos sobre los indios seri, en el desierto de Sonora (noroeste de México, 1978), o su libro “Juchitán de las mujeres“, sobre un pueblo del estado sureño de Oaxaca. Y también de obras logradas tras años de deambular por el mundo, como su serie sobre India en colaboración con Sebastiao Salgado.

A punto de cumplir 80 años desembarca en París poco después de pasar más de un mes en las Islas Canarias y Barcelona. Infatigable, y conmovida por el espectáculo de la erupción del volcán de La Palma.

– En el principio del mundo –

“Para mi las fotos son la manera (…) de conocer el mundo. Y pasas del ser humano al paisaje. Y ahora el principio del mundo”, evoca.

“Sentir como rugía el volcán… Me sentía como Darwin” explica con tono fascinado a la AFP en compañía de su hijo Mauricio, que ha diseñado la exposición parisina.

“Heliotropo 37” es el nombre de la retrospectiva en la Fundación Cartier, con más de 200 imágenes en blanco y negro, y excepcionalmente, una muestra de su último trabajo, fotos en color de una cantera mexicana.

TE PUEDE INTERESAR:     El sorprendente Brutus; un rugido femenino

“Heliotropo 37” es también la dirección de su estudio en el barrio defeño de Coyoacán, donde ha pasado buena parte de la pandemia encerrada, ordenando y catalogando medio siglo de dedicación a la fotografía.

Y a preparar una exposición que tomó casi cuatro años de elaboración, explica a la AFP su comisario, Alexis Fabry.

“Para ser buen fotógrafo hay que tener pasión y disciplina, nada más. Y puede ser a la vuelta de tu casa si quieres. Pero claro, si quieres conocer el mundo y tienes una cámara, es maravilloso”, explica la fotógrafa.

“La verdad que he tenido mucha suerte porque siempre he ido a lugares que me invitan, siempre he tenido guías”, añade.

El pintor Francisco Toledo la convenció a finales de los años 1970 de emprender un periplo por los pueblos indígenas de Oaxaca.

Una de sus fotografías icónicas es “Nuestra señora de las iguanas”, tomada en uno de esos pueblos oaxaqueños, en 1979.

Una mujer con una corona de iguanas en la cabeza, como una Medusa indígena que pareciera sacada de una novela del realismo mágico.

Un término con el que Graciela Iturbide no se identifica.

“Mi trabajo no tiene una intención surrealista”, explica con tono enérgico. “Es así la vida [en México]”.

“Me encanta la parte prehispánica, me gusta el mestizaje, me gusta ser mestiza”, añade.

“Trabajé en zonas indígenas, donde todas las mujeres me ayudaron. Ellas me cuidaban. Vivía con ellas en su casa. Los hombres, muy finos, me llevaban muchas veces a su camioneta donde fuera. Pero a distancia”, explica con una sonrisa.

“En mi caso, ser mujer me trajo más facilidades” que inconvenientes, asegura. “Yo siempre me presenté como fotógrafa. La gente me acepta y ya tengo una complicidad para poder trabajar con ellos. A lo mejor si hubiera sido periodista… Pero si te fijas y la persona no quiere ser fotografiada, pues no la fotografío”.

Ahora la situación es diferente, añade resignada. “Ya no puedo ir a muchas zonas indígenas, por el narco”, explica.

 

LEG