No menospreciemos el arte. No pensemos que ver series es una pérdida de tiempo, o que ir al cine es solo para “no ver la película”, o no echemos en saco roto esas horas en donde cantamos a todo pulmón mientras nos bañamos.

Porque, después de todo, el ser humano siente la necesidad de crear arte por algo.

Discutir sobre los múltiples beneficios de la ficción, tanto a la salud mental como a muchos otros factores, podría tomarnos una eternidad—quizá digna de explorarse en otro momento—. Sin embargo, por ahora es indispensable enfocarnos en las actividades de ocio como herramientas de autoconocimiento, particularmente las menospreciadas, como ver la tele.

Si lo vemos desde un punto de vista filosófico, se podría argumentar, de acuerdo con la teoría del ser de Heidegger, que, en términos relativos, el ser humano vino a la Tierra para conocerse. Conforme crecemos, cambiamos. Por tanto, ese descubrir no cesa hasta nuestro último respiro.

Ahora bien, si traducimos esto al uso del arte, podemos detonar varias conclusiones, sobre todo porque los pasatiempos son nuestros primeros acercamientos al otro para determinar nuestra identidad: es decir, con base en gustos musicales, deportivos o de entretenimiento una persona puede ir viendo si tendrá una conexión más cercana con otra. A través de la demás gente nos determinamos, pero también mediante el exhalar articulado por los productos de entretenimiento consumidos a puerta cerrada, donde cada factor es clave.

Además, el analizar ciertas reacciones viscerales cuando vemos alguna película, por ejemplo, puede decir mucho acerca de nuestros más profundos deseos, miedos o tristezas, cosas que quizá jamás habíamos hecho conscientes hasta el momento frente a la pantalla. Por eso las historias son tan poderosas: porque a través del engaño, así como de la correcta manipulación, se develan verdades ocultas dentro del subconsciente.

Y así como podemos cambiar varios aspectos de nuestra personalidad durante la vida, también nuestra relación con series o películas vueltas a consumir, porque se interpretarán los sucesos de una forma distinta, acorde a nuestro proceso de ese momento. Por ejemplo, una escena triste nos afectará más en un mal día que en uno bueno, aunque claro, todo depende de la circunstancia o qué tan reprimido está ese sentimiento capaz de dañarnos hasta la médula.

De los personajes viene la identificación, y a quién admiramos o a quién detestamos puede nacer de cómo empatamos esa representación con nosotrxs y nuestro entorno.

Entonces el echarse una serie un fin de semana puede hacernos dar cuenta de algo que necesitamos cambiar en la vida, algún nuevo pasatiempo que queramos intentar o puede ayudarnos a encontrar soluciones a problemas de nuestro día a día.

Cuando estamos frente a una obra de arte, sea cual sea su formato, si logra conectar con el espectador, para nada se pierde el tiempo.

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