EVA LETICIA ORDUÑA TRUJILLO

El 16 de enero pasado se cumplieron 30 años de un acontecimiento sumamente importante no sólo para la región latinoamericana, sino para el mundo entero: se signaron los acuerdos de Chapultepec, que pusieron fin al conflicto bélico salvadoreño. En estos acuerdos, las partes firmantes se comprometieron a dar por terminada la guerra y, además, a sentar las bases para la construcción de un régimen democrático y de un Estado de derecho que incluyera la protección de los derechos humanos.

Desde 1994 hasta 2020, el 16 de enero se celebró en El Salvador como el Día Nacional de la Paz. Un decreto legislativo creado en diciembre de 1993 así lo ordenó. El 11 de enero pasado se emitió un nuevo decreto legislativo que dejó sin efecto al de 1993. En él se estableció que el 16 de enero será conmemorado como el Día Nacional de las Víctimas del Conflicto Armado. Esto, en concordancia con el decreto presidencial emitido por Nayib Bukele el 16 de enero de 2021, en el que postuló lo mismo. Tanto el actual presidente de la Asamblea Legislativa, como el presidente de El Salvador argumentaron que la decisión se tomó pensando en que no se debía continuar celebrando a los firmantes de los acuerdos, sino honrando a las víctimas.

Es cierto que las partes que suscribieron de los acuerdos de paz no cumplieron su compromiso de crear en el país un Estado de derecho sólido. Tanto el partido Arena como el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional se repartieron el poder en detrimento del desarrollo nacional y gobernaron sin eficacia y con corrupción. Sin embargo, los acuerdos de paz tienen una importancia histórica incuestionable. El reproche, en todo caso, debe hacerse a la clase política tradicional y no a los acuerdos en sí mismos. Al hacerlo se corre el riesgo de que los valores a favor de la paz se debiliten.

Bukele señaló que los acuerdos de paz y el conflicto armado fueron una farsa. Quizá con ello pretendió desacreditar a los actores que se enfrascaron en la guerra, pero la declaración en sí misma es la negación a dos momentos históricos objetivos e incontrovertibles que deben ser conocidos y recordados por los salvadoreños. Los acuerdos de paz, además de la trascendencia que tienen para el país centroamericano, también representan un motivo de aprendizaje y de celebración para el mundo. Pudieron lograrse gracias a la colaboración de diversos países y de la Organización de las Naciones Unidas, que invitaron a las partes al diálogo y crearon toda una infraestructura que permitió la negociación exitosa. Antonio Guterres, secretario general de la ONU, recordó con orgullo la firma de los acuerdos y manera en la que la organización la facilitó.

Festejemos la paz, en todo lugar y momento en que se logre.

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