Alberto Lati

Por más de quince años, nuestras autoridades futbolísticas se conformaron con ir detrás del grito homofóbico y quienes lo hacían tan popular. Más de quince años pasivos o, como mucho, reactivos y no activos en su contra. Década y media de pretender erradicarlo desde la contención y nunca desde la confrontación.

Estrategia que probaría ser en extremo fallida. Ya en la Copa del Mundo de Alemania 2006 se confirmó que aquello no era una moda, que la afición mexicana lo había añadido a su repertorio como antes el canto de “Cielito Lindo” o el mantra de “Sí se puede”, con la enorme diferencia de que el grito ante el saque de meta del portero rival era discriminatorio y ofensivo. Así se repitió en Brasil 2014 y sólo atenuó en 2018 por el miedo del aficionado mexicano a las medidas implementadas en Rusia.

Al fin esta semana, orillados por las sanciones de la FIFA ante la penosa reincidencia y atemorizados porque el castigo llegue a privarnos de puntos rumbo al Mundial de Qatar, la Federación Mexicana de Futbol ha cambiado.

Ha influido el afán de no enemistarse con la FIFA: habría sido pésimamente visto el aprovechar la prórroga en la sanción a causa del proceso de apelación en el TAS, para llenar el Azteca como si nada (y expuestos a otros ensordecedores gritos). Por ello no dudo que se acertó prefiriendo utilizar los siguientes dos partidos para implementar un nuevo programa que encamine los esfuerzos a credencializar a la afición y conocer con precisión quién se sienta en cada sitio.

Llegados a este punto, imprescindible recalcar una convicción: es perfectamente posible criticar a la FIFA por su doble moral, entregando sedes mundialistas a países con políticas homofóbicas, y a la vez afirmar que el grito está fatal. No por insistir que si la FIFA está tan genuinamente preocupada por el tema habría de comenzar por ver a quién da Mundiales, vamos a concluir que el grito no es para tanto. Sí lo es. Reflejo de un país impune, donde machismo y homofobia son constantes, el futbol no puede continuar en esa línea.

La operación para detectar quién entra y dónde se instala en tu estadio resulta muy compleja. Lo mismo la consolidación de una base de datos para que quien se comporte mal (grito incluido) sea castigado con una larga ausencia de los estadios. Sin embargo, existe la tecnología para lograrlo, lo mismo que amplios precedentes: Rusia 2018 con el exitoso Fan ID o el último Gran Premio de la Ciudad de México con el registro de vacunas de los asistentes.

Tras tantos años de fracasos de las campañas que apelaban al sentido común, tras tantos años en los que hasta se puso como nombre al torneo de liga Grita México, hoy saben en la federación que esa aproximación no funcionó. O se ataca este mal o no terminará, jugándole a la defensiva nos seguirá goleando.

Enhorabuena por la decisión. Ahora falta lo más difícil: la metodología para que funcione.

 

Twitter/albertolati

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