Foto: AFP Desmond Tutu nació en la ciudad minera de Klerksdorp, al oeste de Johannesburgo, en octubre de 1931  

Se dice que los héroes que viven lo suficiente terminan por convertirse en villanos si se aferran a las causas que persiguen y que terminan por perder legitimidad y vigencia. Cuando se trata de Derechos Humanos la causa se transforma tanto y de forma tan constante que la lucha puede albergar la vida entera de sus activistas… y no terminar.

Desmond Tutu, el activista por los Derechos Humanos y uno de los principales críticos del apartheid en Sudáfrica, falleció el pasado 26 de diciembre a los 90 años, siendo merecedor de una semana de duelo en su antigua parroquia, en Ciudad del Cabo, además de las condolencias de mandatarios y luminarias de todo el mundo.

Tutu nace en la ciudad minera de Klerksdorp, al oeste de Johannesburgo, en octubre de 1931. Un episodio de poliomelitis en la infancia lo impulsó a querer estudiar medicina pero, llegado el momento, sus padres, una empleada doméstica y un profesor de primaria, no pudieron costear esos estudios.

A los 30 años es ordenado sacerdote de la iglesia anglicana, y para 1978 se convierte en el primer dirigente negro del Consejo Sudafricano de Iglesias (SACC), que cuenta con 15 millones de fieles activos en la lucha contra el apartheid. Su compromiso con esta lucha le dio en 1984 el Nobel de la Paz.

Hasta su último aliento, el arzobispo anglicano emérito impuso su silueta exigua y su franqueza para denunciar las injusticias y los excesos del poder, sin importar de quien se tratara. Jamás se privó de criticar al gobierno sudafricano, aun cuando se tratara del Congreso Nacional Africano, principal movimiento que combatió al régimen racista del apartheid y que gobierna hasta hoy el país.

Los grandes temas de política internacional tampoco escaparon a sus críticas, fustigando a su propia Iglesia para defender los derechos de los homosexuales o señalando que el expresidente estadounidense George Bush y el exlíder británico Tony Blair deberían ser juzgados por la Corte Internacional de La Haya por la Guerra de Irak.

Con el advenimiento de la democracia en 1994, dio a Sudáfrica el apelativo de “Nación del arcoíris” y presidió durante 30 meses la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, sobre el apartheid.

Con información de Agencias

LEG