ADALBERTO SANTANA

En la Ciudad de México se celebró los pasados días 30 de noviembre y 1 de diciembre -coincidiendo con el tercer año de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y a pocos días del triunfo electoral a la presidencia de Honduras, Xiomara Castro-, el séptimo capítulo del Grupo de Puebla.

Se trata de un organismo iberoamericano formado en 2019 y al que concurrieron presencial y virtualmente diversos mandatarios y expresidentes de la región, como Dilma Rousseff, Rafael Correa, Evo Morales, Inacio Lula da Silva, entre otros, así como dirigentes de diversos partidos políticos de la izquierda latinoamericana.

La reunión mostró el apoyo a las aspiraciones de los gobiernos hoy en el poder que se inscriben en la vertiente progresista. En su agenda y pronunciamientos destacaron la integración política latinoamericana. También propusieron insistir en poner en marcha la Agenda Progresista para “enfrentar la actual crisis económica que ha dejado al descubierto las vulnerabilidades de distintos tipos que afectan a nuestra región”.

En ese sentido, el Grupo de Puebla va a pugnar por un “fortalecimiento y reivindicación del papel del Estado para promover estímulos fiscales y monetarios para la reconstrucción de las economías nacionales y generación urgente de empleos. Las inversiones y financiación públicas serán indispensables para inducir las inversiones privadas e incentivar el relanzamiento del crecimiento económico”.

En otro sentido, más social y ligado a un proyecto ambientalista, plantearon impulsar “un modelo solidario de desarrollo articulado alrededor de seis ejes: superación de la desigualdad social, búsqueda del valor, nueva política económica, transición ecológica, integración como construcción de región y una nueva institucionalidad democrática.

El modelo está basado en un enfoque de género y diferenciado que se propone como la hoja de ruta del progresismo latinoamericano y caribeño, con miras al abandono “definitivo del anacrónico modelo neoliberal que, con su vocación extractivista, ha dejado efectos difícilmente reversibles sobre el medioambiente, ha significado alarmantes niveles de concentración de la riqueza que nos convierten en la zona más desigual del planeta y ha atrofiado los circuitos de redistribución”.

Sin duda son aspectos claves para impulsar en toda la región y en especial con los próximos triunfos electorales y progresistas en Chile (2021), Brasil y Colombia (2022). De darse esa situación, América Latina entraría plenamente en una nueva ola de la izquierda regional.

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