Uno de los efectos inesperados de este sexenio es el auge de una nueva corriente de opinión que llamaré la de los “psicoanalistas presidenciales”, es decir, la de aquellos que escriben disquisiciones, incluso extensas, que consisten en meterse a la cabeza de nuestro Presidente para desentrañar el origen de sus decisiones o arrebatos verbales más discutibles. En sus manifestaciones serias, esta escuela de columnismo ofrece hipótesis minuciosas y a veces atendibles sobre la psique del líder. En sus manifestaciones más piñatonas (casi todas), lo que ofrece es una forma plañidera de la propaganda que consiste en alguna variación sobre este tema: “La decisión/las palabras del Presidente es/son injustificable/s, pero responde/n a que su amor profundo por los pobres, su incorruptibilidad a toda prueba, esa bondad, esa integridad, lo vuelven arrebatado”. El dolor furioso de un santo justiciero, pues.

¿Qué comparten unas y otras manifestaciones? La idea de que entender al Presidente es una tarea titánica; que esa mente es de una complejidad, una sofisticación, una cantidad de matices que hacen brutal el esfuerzo de entenderlo. Consecuencia: los columnistas sufren. Ok: tengo buenas noticias, colegas. No hace falta sufrir. El doctor Patán tiene un método para entender todas las manifestaciones del poder presidencial.

En mi opinión, el Supremo se guía por cuatro pulsiones: las garnachas, el beis, hablar y dar órdenes sin réplica alguna. Así, un video fritanguero a la semana más uno de fildeo y macaneo, mañaneras llueve o truene y despidos fulminantes a quienes lo desafían: Irma Eréndira. Estas pulsiones, luego, se combinan de muchas formas. Por ejemplo: puesto que al Presidente nadie le va a decir cómo enfrentar una pandemia, decide seguir de gira en pleno contagiadero, sin cubrebocas y háganle como quieran. ¿Esto responde a su voluntad de mando? Sin duda. Pero es que además las giras le permiten también echar choro y sentarse ante una mesa que contiene literalmente toda la tradición gastronómica del Istmo. Igualmente, puede no dar un quinto a las empresas porque aquí mando yo, pero aprovechar para meterle una lana al estadio de su carnal, como las mañaneras satisfacen sus necesidades de expresarse, pero pueden servir a la vez para hablar de beis, en plan de “¿ustedes creen que este cuerpecito de atleta keniano se hace solo”?

Hagan el ejercicio: busquen la decisión o el exabrupto que quieran y vean si no puede explicarse a partir de estos cuatro elementos.

Gracias a ustedes.

 

@juliopatan09