José Ureña

La pulsión del poder apremia.

El Gobierno y su partido no pueden hacer otro ridículo como el del 1 de agosto con la consulta para enjuiciar a los ex presidentes.

De nada sirvió entonces la hiel con la cual se bañó a Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña.

Muchos nombres, muchos discursos, muchas promesas de castigo y sin embargo la maquinaria oficial apenas movilizó 7% del padrón electoral.

¿Y todo para qué?

Casi cuatro meses después no se ha presentado una denuncia, no se ha pasado a acusaciones de corrupción y menos a la promesa de castigarla.

Las únicas pistas en marcha las tenía Santiago Nieto, pero su salida de la Unidad de Inteligencia Financiera dejó la investigación inconclusa.

Nada sobre Enrique Peña y Luis Videgaray, objetivos supremos a quienes acusa sin pruebas el cada vez menos creíble Emilio Lozoya, exdirector de Pemex.

BUROCRACIA EN CAMPAÑA

Pero la próxima consulta debe ser distinta.

Por ello, ante la baja recaudación de firmas –un raquítico 16% del padrón-, de Palacio Nacional salió la orden de forzar la máquina.

¿Qué supone esto?

Pues usar a los gobernadores y a la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum para movilizar la estructura al alcance de ellos a cambio de beneficios.

La promesa más socorrida es basificar a casi medio millón de ellos –en la capital hay más de 40 mil trabajadores de la basura con años de espera- con mejores salarios y prestaciones de ley.

A su vez Mario Delgado tiene la encomienda de usar la frágil y casi invisible militancia aglutinada en comités nacionales y estatales.

No existe porque ese elefante blanco camina sobre el equipo responsable de repartir dádivas -programas de ancianos, madres solteras, Jóvenes Construyendo el Futuro, etcétera – para sumar adhesiones.

En apoyo de estos acudirán los Gobiernos de la Ciudad de México, la burocracia federal y sus respectivos sindicatos para conseguir los casi tres millones de firmas necesarias.

Porque sin ellas el INE de Lorenzo Córdova no podrá convocar a la consulta con la cual López Obrador busca reforzar su mandato.

Porque a la gente cuando se le pide su credencial de elector se le pide votar por la ratificación de mandato, no por la revocación como ordena la Constitución.

EL GABINETE PUEDE ESPERAR

Si de la forma se infiere el fondo, el gabinete está en paz… por ahora.

O hasta diciembre.

La deducción parte de la visita del exgobernador bajacaliforniano Jaime Bonilla a desayunar y hablar largo con su amigo el Presidente en Palacio Nacional.

Tema: su incorporación al gabinete, tal como lo prometió López Obrador en su larga visita para escuchar, oír y despedir con cinco informes a Bonilla.

Ya está la invitación.

Pero el exmandatario fronterizo se va de vacaciones en un crucero con sus nietos y regresará avanzado el mes de diciembre.

De la Plaza Constitución Bonilla se fue a la Gobernación con Adán Augusto López y después saludó al titular de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval.

Sus próximos compañeros en el equipo presidencial si el caudillo acepta a un colaborador con algo de autonomía porque “yo no soy florero”.

LEG

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