Francisco Diez Marina Palacios

La semana pasada, la opinión pública centró su atención en la IX Cumbre de Líderes de América del Norte. Los presidentes Joseph Biden y Andrés Manuel López Obrador, así como el primer ministro Justin Trudeau, se dieron cita en Washington, D.C., para sostener una reunión de alto nivel de forma presencial.

Desde 2016, no se realizaba un encuentro de esta naturaleza. Hace cinco años, asistieron los expresidentes Enrique Peña Nieto y Barack Obama, junto con el actual primer ministro, Justin Trudeau, con una agenda distinta pero guiados por el mismo espíritu: fortalecer los lazos de amistad y cooperación entre los tres países.

Los mandatarios de México, Estados Unidos y Canadá plantearon una terna de asuntos prioritarios. En primer lugar, establecieron como objetivo poner fin a la pandemia de Covid-19, mejorando el acceso y distribución de vacunas al igual que reforzando las cadenas de suministros médicos de la región.

En segundo término, abordaron el tema migratorio y sus respectivas complejidades —particularmente, los migrantes centroamericanos que pretenden cruzar la frontera hacia nuestro vecino del norte—.

Por último, hablaron sobre la competitividad, el dinamismo y la integración económica de la región a partir del T-MEC —a poco más de un año de su entrada en vigor—. Nos une una relación comercial de gran calado; baste señalar que fuimos el primer socio comercial de EU, en 2019, por encima de China y Canadá.

En el marco de la cumbre trilateral, el presidente López Obrador sostuvo conversaciones privadas con sus homólogos y una reunión bilateral con la vicepresidenta Kamala Harris. En el ámbito de la interlocución entre México y Estados Unidos, la seguridad fronteriza y el combate al tráfico de armas fueron dos ejes clave. Cabe precisar que los líderes de los tres países acordaron continuar con el diálogo sobre drogas de América del Norte.

Quizá los únicos claroscuros de la relación sean las preocupaciones en torno a la posible aprobación de la reforma eléctrica, así como la cuestión migratoria. Ahora bien, el Gobierno mexicano ha desplegado esfuerzos para contener el flujo de personas. Se estima que Estados Unidos invertirá más de 30 millones de dólares en el programa Sembrando Oportunidades, con el propósito de atender la migración en Centroamérica.

Más allá de sus matices, el balance de la IX Cumbre de Líderes de América del Norte fue positivo, como normalmente sucede en este tipo de espacios de acercamiento con nuestros vecinos más importantes, donde se procura que la relación entre México y América del Norte sea una de las más profundas. Es un logro político que deberá traducirse en una serie de elementos que penetren la agenda multidimensional con nuestra alianza más estratégica.

De cara a los retos globales, la construcción de un diálogo nutrido y permanente con Estados Unidos y Canadá es relevante para nuestro país. México cuenta con márgenes de negociación y un cuerpo diplomático formidable. Esperemos que se cumpla la hoja de ruta propuesta hasta la próxima cumbre trilateral (2022), cuya sede será la Ciudad de México, año en que —por cierto— habrá elecciones intermedias en EU.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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