@guerrerochipres

En la concepción de una ciudadanía participativa que fomente la construcción de valores post industriales, como la inclusión de segmentos sociales vistos antes y muy convencionalmente como adversarios o una agenda de género, la tolerancia adquiere un significado superior. Va más allá de la idea de aceptar de forma pasiva las diferencias del otro.

La dinámica política, económica o social permite sugerir la ampliación del concepto para apuntar hacia procesos locales de las comunidades o nacionales de carácter electoral, hacia la comprensión y aceptación de la diferencia, con el reto de vencer inercias y los múltiples espacios sociales que hay para el individualismo.

Este martes se celebran 25 años del Día Internacional de la Tolerancia, definido por la ONU en 1996 con el objetivo de fomentar la comprensión mutua entre las culturas y los pueblos. Ante la desigualdad nacional o mundial y la tentación de radicalizar posiciones hasta llegar a la violencia organizada, incluso de carácter insurgente, la celebración nos da oportunidad de recuperar el ideal de una tolerancia actual y compartible.

El reconocimiento de valores como la tolerancia, la libertad y la igualdad es indispensable para la consolidación de la vida democrática. Se incentiva desde espacios que transitan por lo ciudadano y lo institucional, y se expresa en el diseño de políticas públicas de inclusión, creación de oportunidades y educación que permiten a los individuos cohesionarse en comunidad.

En la Ciudad de México, el apoyo a estudiantes y sectores sociales en desventaja, acciones para evitar la discriminación, entre otras, son parte del fortalecimiento social, para sustituir desconfianza y miedo, por participación y respeto a las diferencias.

Estos ejes a favor del entendimiento tienen incidencia en la construcción de ciudadanía y convierten en acciones la aceptación de lo diverso, amplían los espacios para la participación democrática y cierran el paso a los autoritarismos que segmentan en función de preferencias ideológicas o proyectos excluyentes.

En la capital nacional, la pluralidad sustenta la tolerancia y viceversa. La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y los alcaldes ponen en el centro las necesidades ciudadanas y reivindican las causas sociales, aunque podrían llegar a manifestarse resabios de intolerancia que atenten contra los avances obtenidos, por ejemplo, en materia de seguridad.

Desde la aportación ciudadana, la tolerancia no puede ser una posición pasiva, tiene la responsabilidad de enseñar y defender sus convicciones. Esa enseñanza, puesta en práctica a lo largo de la historia, ha permitido a la población realizar el tránsito a sociedades funcionales, aunque es aún tarea inacabada.

Las leyes, la educación y la conciencia individual son soporte de la tolerancia. No se acepta lo que no se entiende, y la socialización es indispensable. Contrastar nuestra visión del mundo es un principio para entender al otro y expresarnos en forma auténtica.