Héctor Zagal

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

México y el mundo han pasado uno de sus peores momentos desde la segunda guerra mundial. La naturaleza parece haberse ensañado con la humanidad. La pandemia ha sido devastadora. En nuestro país, la cifra oficial de muertos ronda los 300 mil. Algunos piensan que el número de víctimas de Covid es aún mayor.

Supongo que aún estamos en la etapa de negación. La mayoría de nosotros intentamos no pensar demasiado en los familiares, amigos y conocidos que murieron durante la pandemia. Pero tarde o temprano tendremos que afrontar la dolorosa realidad. Me temo que habrá muchos lugares vacíos en la cena de Nochebuena. En mi entorno, puedo nombrar a doce personas, entre familiares y conocidos, que murieron a consecuencia de la epidemia. Cada uno de ellos con rostro, nombre y apellido, cada uno de ellos con una historia. Cada muerto es una estela de dolor.

Afortunadamente, la pandemia parece ir cediendo en México. Sin embargo, me inquieta que el número de enfermos se está incrementado de nuevo en Europa. Muchos de ellos están siendo hospitalizado y, por lo visto, muchos de los enfermos no estaban vacunados. En Alemania, las autoridades han pedido a quienes no ha sido vacunados a que reconsideren su decisión. En Austria se están poniendo restricciones de movilidad a quienes decidieron no vacunarse.

Hace unas semanas conversaba con un investigador mexicano-estadunidense que había colaborado en el desarrollo de algunas de las vacunas más exitosas. El científico me externaba su preocupación por quienes deciden no vacunarse. Su punto era que, mientras el virus siguiese circulando, éste podría mutar y cabía la posibilidad de que las vacunas actuales perdiesen eficacia. En consecuencia, me decía esta persona, quienes rehúsan vacunarse están comprometiendo la eficacia de las vacunas. Dicho de otra manera, no vacunarse es una decisión personal que impacta a la comunidad. De ahí concluía que, así como en algunos países, los niños y niñas pequeños deben vacunarse contra sarampión y otras enfermedades para inscribirse en una escuela pública, así se le debería requerir a los adultos que se vacunen para, por ejemplo, asistir a la universidad o entrar a un bar o a un cine.

Lo que el investigador argumentaba es que no existe un derecho a elegir enfermarse de Covid. Existe, eso sí, el derecho a ser atendido médicamente, incluso si uno se contagió por negligencia. El derecho a la salud es incondicionado. Pero nadie tiene el derecho a comprometer su salud personal por Covid, porque esa decisión personal puede afectar gravemente a los demás.

Este investigador argumentaba que la libertad individual acaba donde comienzan los derechos de los demás. Elegir no vacunarse pone en riesgo la salud de los demás y compromete la eficacia de las vacunas.

Reconozco que no soy científico ni jurista. No sé si lo que el investigador me explicaba es correcto o no. Creo que son los especialistas quienes pueden dirimir la cuestión. Pero sí me hizo reflexionar. Mi salud individual es algo que impacta a la comunidad. ¿Tenemos derecho a contagiar a otras personas? Ustedes, ¿qué opinan?

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana