Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando

Rabindranath Tagore

La conciencia es omnipresente, es todo cuanto existe, desde la partícula primordial hasta el cosmos en su totalidad, y aún la ignota “nada”. Su poder absoluto consiste en experimentarse a sí misma.

Para ello, la conciencia tiene, por un lado, mente, como vehículo de la creación sistematizada; por otro, corazón, generador del sentir, la energía indispensable para experimentar lo creado. Una galaxia o una bacteria son seres pensantes y sintientes. Que no podamos ni imaginarlo no lo hace menos real.

A los seres humanos nos tocaron una mente y un corazón distintos a todo cuanto conocemos. Hemos creído, en nuestro arrogante antropocentrismo, que somos superiores. En congruencia, debiéramos ser los responsables de darnos cuenta de que las limitaciones no están en las criaturas que consideramos “inferiores”, sino en nuestra escasa capacidad empática.

Cuando esto se entienda cabalmente, evolucionemos como seres sintientes y seremos capaces de experimentar la existencia en todas sus manifestaciones. No puede comprenderse lo que no puede sentirse, porque es imposible convertirlo en experiencia: ese DARSE CUENTA de lo que se siente para organizarlo mentalmente. Proceso que involucra conciencia, corazón y mente.

Hasta ahora, como seres humanos, nuestra capacidad de sentir como un árbol o una cucaracha es casi nula. Para empezar porque creemos que no sienten. Utilizamos nuestros sentidos de una manera burda y tosca, pero podemos afinarlos hasta percibir el latido de la vida en todo. Ese es en realidad nuestro súper poder como especie, pero no lo hemos desarrollado. Hay, no obstante, quien puede hacerlo. La meditación profunda es la vía. Ese nivel de percepción revoluciona la mente y evoluciona la conciencia.

Ciertamente, comenzar con una disciplina de meditación profunda para desarrollar nuestro súper poder no es lo adecuado; pero sí ejercicios cotidianos que nos ayuden a saber cuán llenos estamos todo el tiempo de emociones y pensamientos en constante interacción. Todos tenemos la capacidad de darnos cuenta de ello y de cómo está conectado con nuestro nivel cotidiano de energía.

Vamos a los ejemplos: una preocupación con la que nos hayamos dormido, un mal sueño del que no nos acordemos al despertar, un primer pensamiento desalentador en la mañana, tan fugaz que al minuto ya no lo recordemos, sobrecarga el polo negativo de nuestra energía, dejando un rastro de malestar que, si no borramos, se extenderá a todo nuestro día.

Iremos arrastrando ese malestar, y como le tenemos miedo, trataremos de ignorarlo o reprimirlo. Evidentemente, crecerá. Si seguimos resistiéndonos, comenzará a “empujar” y, subrepticiamente, a ganar terreno en lo que digamos y hagamos. Esta lucha interna de la que no queremos hacernos cargo conscientemente, nos drenará toda la energía, dejándonos agotados y vacíos.

Esa es generalmente la “rutina” mental y emocional en que la mayoría vivimos. No podemos, ciertamente, evitar el malestar, es parte de la vida, pero sí crear el hábito de detectarlo en cuanto se presente y observarlo, con la conciencia de que siempre, invariablemente, es temporal. Así lo son, también, las emociones el polo positivo, esas que nos llenan de energía.

Todo lo que sentimos es pasajero. Nada de eso nos define. Observar cualquier tipo de sentimiento que haya en nosotros equivale a tomar distancia de él, a “retirarnos” a un lugar interior seguro, a nuestro centro, un estado de conciencia superior. Desde ahí nos daremos cuenta de que no es necesario huirle al malestar ni aferrarse a la felicidad, porque son esencialmente temporales.

Tomando distancia de nosotros mismos, sin perdernos un momento de vista, podemos impedir que nos arrastren nuestras emociones. Logramos autodominio.

Después, podremos pensar y sentir lo que queramos cada vez que queramos, porque cada quien es dueño de su drama y de su dicha; pero ya seremos capaces de “retirarnos” a nuestro lugar seguro.

Este es el primer paso para desarrollar nuestro súper poder, porque nos permite controlar el miedo a sentir.

delasfuentesopina@gmail.com

@F_DeLasFuentes