LUIS ÁNGEL HURTADO RAZO

 

Han pasado 13 años del 4 de noviembre de 2008, cuando el entonces candidato del Partido Demócrata estadounidense, Barack Obama, lograba contra todo pronóstico alzarse con la victoria en una de las elecciones más complejas en la historia de Estados Unidos. Esos comicios marcarían un antes y un después, al ser los primeros a nivel mundial relevantes por el uso de Internet y redes sociodigitales.

El 28 de octubre pasado, el propietario de Facebook, Mark Zuckerberg, anunciaría en el evento Facebook Connect el cambio del nombre de la empresa a Meta, justamente haciendo referencia al metaverso.

El anunció se deriva de una serie de sucesos que marcaron a la empresa durante octubre, empezando por las revelaciones que hiciera Frances Haugen, extrabajadora de Facebook, quien entregara a las autoridades estadounidenses, y posteriormente a una decena de medios de comunicación documentos clave.

En ese mismo mes, las empresas de Zuckerberg tendrían la peor caída en la historia, cerca de 8 horas quedarían sin servicio más de 3 mil millones de usuarios en todo el mundo, generando un caos digital y una caída en la bolsa de valores para la firma.

Tras estos sucesos, el anuncio de la llegada de Meta llega precisamente como un control de daños ante el desprestigio de la marca. Pero por qué elegir el nombre de Meta. El Diccionario de Oxford la define como prefijo que “denota cambio, transformación, permutación o sustitución”. También “más allá, arriba, en un nivel superior”. Sin embargo la compañía se refiere a ir “más allá”, y a una especie de metamorfosis.

El interés de Zuckerberg va encaminado a que la evolución del uso Internet implicará teletransportarse instantáneamente como un holograma para estar en la oficina sin la necesidad de desplazarse. La apuesta de la empresa es: si hay algo después de los smartphones, Meta quiere ser dueño, no inquilino.

Un dato importante es que con esta tecnología los anunciantes podrían orientar su publicidad en función de su lenguaje corporal, sus respuestas fisiológicas, saber con quién están interactuando y cómo, potenciando aún más la extracción de elementos que configuran los datos personales.

Ahora veamos como la tecnopolítica se adaptaría a esta nueva tecnología, imaginemos que justamente cuando estamos en un concierto virtual con nuestros amigos, y de forma inesperada aparece el candidato promoviendo sus propuestas de campaña o el partido político difundiendo su plataforma ideológica, haciendo mucho más invasivo este espacio virtual, perfilando un mayor impacto entre los electores, o entre los ciudadanos, al observar los anuncios del gobierno local o federal.

Sin duda, Meta será un terreno virgen para todos aquellos políticos o partidos políticos que deseen posicionarse, y eso sí, de la mano de los avances tecnológicos que Zuckerberg ofrezca. Pero la pregunta fundamental del anuncio de Meta es cómo piensan resguardar los datos personales que lleguemos a ofrecer, y en qué manos estará dicha información. Sin duda han quedado en el pasado esos años gloriosos en los que Facebook y las redes sociodigitales serían ese terreno que brindara a los políticos y a los ciudadanos la posibilidad de construir un mayor diálogo y por tanto un gobierno de mayor transparencia, acercamiento a la ciudadanía y por supuesto más eficaz al momento de resolver los problemas.

 

@LuisHurRa