Héctor Zagal

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

¿Qué ocurre con nosotros cuando morimos? ¿Algo permanece o simplemente dejamos de existir? El desconocimiento de lo que viene después de la muerte da pie a especular sobre un posible destino más allá de la vida conocida. Por un lado, el anhelo de permanecer en la existencia de alguna manera nos impulsa a imaginar bajo qué condiciones esto sería posible. Para ello habría que pensar que en nosotros hay algo inmortal, algo que se resiste a yacer inerte como un cadáver. Por otro, un deseo de justicia podría estar detrás de la creencia en la vida después de la muerte. Si no, ¿cómo justificar que al malo le vaya bien y al bueno le vaya mal? Es verdad que lo seres humanos somos complejos y que intentar juzgarnos como absolutamente buenos o absolutamente malos suele mostrarse como un esfuerzo estéril, pero también es verdad que, en vida, muchas veces la injusticia no recibe castigo. ¿Cómo explicar esto? Con un más allá donde el bueno recibirá bondades eternas, mientras que el malo, que gastó su corta vida en dañar al prójimo, está condenado a un sempiterno suplicio.

La creencia en la vida, o algo similar, después de la muerte, nos ha acompañado por milenios. Pensemos en los rituales mortuorios egipcios; preservar el cuerpo y guardar con él ciertos objetos obedecía a una creencia en un mundo donde la energía vital del difunto encontraría un nuevo hogar. Sin embargo, la creencia en el más allá no siempre implica la creencia en fantasmas. Un fantasma es la aparición o manifestación de alguien que alguna vez estuvo vivo, pero que ahora pertenece al mundo de los muertos. En el fantasma se conjugan el anhelo de vida después de la muerte y el temor a que aquello que persiste pueda manifestarse en el mundo de los vivos. La creencia general sobre los fantasmas los muestra como almas o espíritus que no han podido avanzar hacia otro plano debido a que tiene asuntos pendientes en éste. Puede tratarse de una venganza, de una incapacidad para despedirse de sus seres queridos o de un desesperado intento por mantener oculto algún secreto.

En la literatura de la antigua Grecia encontramos descripciones de fantasmas, las características de su existencia y sus posibles demandas, como solicitudes de honores fúnebres y entierros. El filósofo Platón admite y defiende la existencia de un alma inmortal que trasciende al cuerpo. Pero que el alma supere su existencia corporal no es un hecho, sino el resultado de un proceso que sólo puede llevarse a cabo en vida. Antes de nuestra muerte, piensa Platón, hemos de procurar no ser esclavos del cuerpo, las pasiones y la materia. Si hemos vivido desapegados del mundo y filosofado rectamente, podemos confiar en que nuestra alma se desprenderá del cuerpo al morir y tendrá una existencia trascendente. Estas almas irán a parar a un lugar especial y no volveríamos a toparnos con ellas. Ahora, una vida de placeres corporales contamina al alma, la vuelve pesada, impura; la ata al mundo material. Un alma de este tipo estará condenada a permanecer en este mundo indefinidamente. Para Platón, los fantasmas son almas que podemos ver debido a que en vida vivieron injustamente con otros y con ellos mismos. De acuerdo con Platón, un alma pura no puede ser vista, no puede ser un fantasma.

Para Platón los fantasmas se han aferrado a este mundo. La gran mayoría de las historias de fantasmas parecen darle la razón. Ya sea que estas almas visibles tengan buenas o malas intenciones, lo cierto es que mantienen un interés en los asuntos de este mundo. La preocupación por los vivos los ata a este plano. En la película “El espinazo del diablo” (2001), se define al fantasma como “un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez. Un instante de dolor quizás. Algo muerto que parece por momentos vivo aún. Un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar.” El fantasma, pues, es un movimiento en pausa, un tránsito que no se concreta.

Los fantasmas son manifestaciones de la voluntad humana, tanto de quienes desean verlos como de aquellos que, quizás, después de todo, desean ser vistos.

¿Creen en fantasmas?

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana