La fiscalía de Claudia Sheinbaum, como bien la identifica el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, concentró todas las responsabilidades del derrumbe de un tramo elevado de la línea 12 del Metro de la Ciudad de México en los errores de la construcción de la obra en los tiempos de Marcelo Ebrard.

Es evidente que el enfoque no está puesto en las 26 personas muertas, los cien lesionados y los millones de afectados por la falta de este servicio de transporte, sino en la responsabilidad política de quien decidió construir la primera línea del Metro en lo que va del siglo.

Si la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México ubica toda la responsabilidad en la construcción, evidentemente que manda toda la culpa política al promotor de la construcción, el hoy secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.

Pero en toda su investigación, en la que llegan incluso a medir en 1.9 segundos el tiempo del súbito derrumbe, dejan de lado todas esas evidencias ciudadanas que a través de las redes sociales advertían de los daños visibles que tenía ese tramo elevado de la línea 12.

No aparecen esas evidencias fotográficas de la usuaria de Twitter @analizahoy, de un tuit posteado el 29 de septiembre del 2018, cuando mostraba los daños estructurales justo en el área del derrumbe.

Dirán que en ese entonces gobernaba la administración anterior. Sin embargo, desde esa fecha al día de la toma de posesión de Claudia Sheinbaum pasaron 65 días. El derrumbe ocurrió dos años y cinco meses después de iniciado este Gobierno.

Hay otros usuarios que postearon en Facebook el evidente mal estado de las trabes del tramo elevado de la línea 12 del Metro y lo hicieron en octubre del 2020. Ahí hay claramente una omisión de la autoridad de la Ciudad de México en el mantenimiento necesario y urgente, lo que, sin duda, se suma a la evidente mala construcción de la obra.

Puede Ebrard decir que no se dio cuenta porque los defectos quedaron ocultos, pero difícilmente puede la actual jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, decir que su Gobierno no se dio cuenta ante lo evidente de las fallas estructurales.

Pero todo esto que debería tener en el centro del debate a las víctimas ha derivado hacia alimentar una lucha muy adelantada por la candidatura presidencial que decidirá el presidente López Obrador porque el propio mandatario abrió ya ese juego sucesorio.

Ese juego del destapador que inició el Presidente con sus corcholatas, justo después del proceso electoral intermedio, hizo de su relevo el Juego del Calamar al estilo 4T donde la única forma de llegar al final es a través de eliminar, políticamente, a los opositores dentro del propio movimiento.

El evidente uso político del dictamen de los peritos que analizaron el derrumbe del Metro y de la carpeta de investigación de la Fiscalía capitalina puede acabar como un búmeran para las aspiraciones de la jefa de Gobierno si la sociedad, incluso aquellos que son fieles a su causa, acaban por darse cuenta de que son solo piezas de un juego sucesorio.

@campossuarez