Foto: AFP A pesar de que sus acciones son coherentes con los proyectos verdes que planteó en campaña, el mandatario camina a marchas forzadas por conseguir la simpatía del Legislativo  

Las buenas intenciones de los gobiernos en materia medioambiental han transitado de lo excéntrico a lo prioritario en los últimos 20 años, y la temperatura en la política también ha ido en aumento. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, lo sabe de primera mano.

A pesar de que sus acciones son coherentes con los proyectos verdes que planteó en campaña, el mandatario camina a marchas forzadas por conseguir la simpatía del Legislativo, que sigue sin estar del todo convencido con el costo a corto plazo de sus políticas ambientales.

Ahora bien, cuando hablamos de clima, siempre hay prisa.

Como parte de su plataforma, Biden presentó en 2020 un plan que contenía dos de sus promesas emblema: llevar a cero los niveles de contaminación del sector energético para 2035 y que la economía del país consiguiera la neutralidad de carbono para 2050.

Nain Martínez, doctor en Ciencias, Política y Gestión Ambiental, argumentó que esto es particularmente importante, cuando se toma en cuenta que hoy en día Estados Unidos es responsable de alrededor de 18% de las emisiones a nivel global, generando más de 5 mil millones de toneladas métricas de CO2 al año… desde 1990.

“La política ambiental del Presidente no solo es coherente en los objetivos, sino también en su estructura política institucional y en los recursos que se están destinando a esta área”, consideró el investigador del Colegio de México, pues la administración estadounidense espera destinar alrededor de 36 mil millones de dólares para la implementación de esta política climática. De dicha cifra, 15 mil millones están considerados para proyectos como captura y almacenamiento de carbono, además de la generación de energía eólica o nuclear.

Pero la agenda del mandatario tendrá que pasar una serie de pruebas. La de mayor gravedad, según el especialista, son las próximas elecciones legislativas, pues la posibilidad de sostener sus políticas verdes “dependerá de que los demócratas ganen”.

El costo de estos proyectos y el hecho de que el aumento de impuestos a corporaciones y personas más ricas forme parte del financiamiento del paquete climático (y social) del mandatario ha levantado las cejas de los demócratas más conservadores en el ámbito fiscal.

Sin embargo, el verdadero valor de estas inversiones está a la vista de todos.

Huracanes, incendios forestales, sequías, inundaciones y el desplazamiento forzado de millones de personas son desastres que, además de estar ligados al cambio climático, le costaron 22 mil millones de dólares a EU el año pasado.

Otro reto al que se enfrenta el actual Gobierno, agrega el académico, es a empresas y comunidades que dependen de los recursos asociados a la industria carbonífera-petrolera.

Estos sectores también han sido contemplados dentro de las estrategias de acción mediante la propuesta de generación de empleos verdes, la exención de impuestos a quienes reduzcan sus emisiones -y penalizaciones a quienes no lo hagan-, y el control del impacto de estas medidas en comunidades de bajos recursos.

“La participación de Estados Unidos es clave para seguir aventajando en la agenda climática, porque ningún país del mundo tiene los recursos económicos ni la capacidad diplomática de este país”, apuntó Martínez.

La agenda verde de Biden se someterá a su próxima prueba de fuego en 10 días, cuando arranca la Conferencia Sobre el Cambio Climático (COP 26) de Naciones Unidas.

CON LA COLABORACIÓN DE NORMA HERNÁNDEZ

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