La iniciativa de Reforma Eléctrica, además de sus implicaciones económicas, es el vehículo del Presidente para destruir cualquier esfuerzo organizado de la oposición. Da igual si es de partidos políticos o personajes fuera de su control: Monreal, De la Madrid, Anaya, entre otros.

Tras su aplastante victoria en 2018, AMLO, su movimiento y sus intereses se han dedicado a consolidar su posición política: es con ellos o contra ellos. La amenaza como sistema. Las mañaneras y su divisa: divide y vencerás.

¿Qué significa ser hoy oposición en México? ¿Existen aún los partidos políticos de oposición? ¿Qué implica la reforma eléctrica en el contexto actual?

Tanto el Gobierno de AMLO como la oposición -salvo Movimiento Ciudadano- han perdido tres años de forma miserable. Los primeros, en su papel de justicieros vengadores del pasado. Los segundos, agazapados en un legado vergonzoso y sin ningún proyecto futuro. Ambos han sacrificado el presente de México. Todo a merced de un líder carismático sin precedente y ante la incapacidad de los partidos de oposición de construir una sola idea constructiva o reconciliadora.

En la elección intermedia, la alianza opositora PRI-PAN-PRD -sin otra idea que cerrarle el paso al Presidente- logró convencer a las clases medias urbanas para impedir la mayoría legislativa que Morena necesitaba. En realidad, nadie ganó.

El PAN está irreconocible, su debacle la inició Felipe Calderón, en una guerra por apropiarse del partido, que dividió a la militancia panista. La actual dirigencia está totalmente desligada de los electores, sin propuesta y sin un liderazgo aglutinante ni hacia adentro ni afuera del PAN.

El PRD agoniza sin remedio, perdieron su esencia como partido de izquierda; hoy no representan nada y prácticamente a nadie. Su aportación a la alianza es marginal.

El PRI navega entre el miedo y la confusión. Miedo a la persecución política y justiciera del régimen -sin duda hay culpas que expiar- y la confusión que representa la pérdida de la identidad que los caracterizó durante décadas: el poder. Algunos ingenuos en el PRI piensan que bajo la sombra de AMLO hay redención. Ni perdón, ni olvido.

En Morena y sus aliados (PVEM y PT) las cosas no van ni cercanamente como ellos desearían. Hay caos tanto en la dirigencia como en los liderazgos legislativos. En ciertos núcleos de la sociedad mexicana -clases medias urbanas- hay un evidente rechazo. La popularidad del Presidente está muy por encima que la de su movimiento. Electoralmente son malas noticias.

Ya sea que el Presidente logre doblegar al PRI -y dar por muerta la Alianza- o que ésta se imponga a los impulsos autocráticos del Presidente, los efectos directos generarán un escenario de crisis política interna. La crisis que viene.

Si AMLO se impone, la crisis se manifestará en el T-MEC -que es una ley supranacional-, regresión de inversión extranjera, amparos en la Corte, volatilidad financiera, etc. Lo realmente grave serán las consecuencias políticas, ya que el Presidente se verá sin oposición para imponer su agenda política.

Si el PRI se mantiene en la Alianza y la reforma no se aprueba, veremos al Presidente en su peor versión, la más reactiva; judicialización aguda de la política, ruptura total con el legislativo y confrontación abierta con los partidos políticos y las instituciones como el INE. De ahí hacia delante todo se complica.

A pesar de este panorama, es preferible que el PRI se mantenga en la Alianza. Habrá que resistir tres años. Mejor que dos sexenios, por lo menos.

@Pancho_Graue

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