Francisco Diez Marina Palacios

Henry Dunant y Frédéric Passy fueron los primeros en recibir el Premio Nobel de la Paz (1901), derivado de sus esfuerzos en favor de la acción humanitaria y el pacifismo, especialmente con la creación de la Cruz Roja.

Solo un mexicano ha sido merecedor de dicho galardón (1982): Alfonso García Robles, “por su trabajo en el desarme y en zonas libres de armas nucleares”, admirado por su enorme capacidad diplomática.

El viernes pasado, el Comité Noruego otorgó el Premio Nobel de la Paz 2021 a dos periodistas, Maria Ressa y Dmitri Muratov, por su incansable labor por la libertad de prensa como mecanismo para denunciar los abusos de poder en sus países:  Filipinas y Rusia.

Berit Reiss-Andersen, presidente de dicho Comité, enfatizó: “El periodismo libre, independiente y basado en hechos sirve para proteger contra el abuso de poder, la mentira y la propaganda de guerra. “Cabe mencionar que desde Carl von Ossietzky (1935), no se le concedía el Nobel de la Paz a un periodista.

Muratov, de 59 años, es uno de los fundadores y jefe de redacción del periódico ruso Novaya Gazeta. “Ha defendido desde hace décadas la libertad de expresión en Rusia en condiciones cada vez más difíciles”, resaltó el jurado del Nobel. Por su parte, Maria Ressa, de 58 años, es experiodista de CNN y cofundadora de Rappler, medio de comunicación filipino.

Es posible advertir que la defensa de los derechos humanos y la libertad de expresión continúa siendo un tema de profunda trascendencia en la actualidad, particularmente en la coyuntura que atravesamos. Con el paso del tiempo, la comunidad internacional ha hecho conciencia sobre la importancia del reconocimiento de la dignidad intrínseca de las personas.

El anuncio del Nobel envió una señal contundente a los gobiernos y la opinión pública: la libertad de expresión es un presupuesto fundamental para el florecimiento de la democracia y la construcción de un entorno de paz duradera.

Sin duda, las redes sociales han constituido un elemento disruptivo en la ecuación. En el espacio mediático predominan la deformación y las fake news —movidos en su mayoría por intereses políticos y económicos—, con el objetivo de controlar y manipular a los usuarios. Hoy, el periodismo se ejerce desde la trinchera de los relativos y los absolutos; ahí es donde encontramos ciertos espasmos de libertad.

De acuerdo con la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2021, de Reporteros Sin Fronteras (RSF), que cada año evalúa las condiciones para ejercer el periodismo, México ocupa el lugar 143 de 180 países. En los primeros sitios se encuentran Noruega, Finlandia y Suecia, mientras que en los tres últimos Turkmenistán, Corea del Norte y Eritrea. Rusia y Filipinas son el 150 y 138, respectivamente. RSF da a conocer que la situación de la libertad de prensa es grave y problemática en 73% de las 180 naciones estudiadas.

En medio de un contexto sumamente convulso, el periodismo debe funcionar como un instrumento al servicio de la verdad, que arroje luz sobre los hechos en lugar de atizar calor y polarizar. Hay que privilegiar todo aquello que libere a nuestras sociedades del yugo de la mentira.

¿O será otra de las cosas que no hacemos?

Consultor y profesor universitario

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