Héctor Zagal

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

¿Antropofagia o canibalismo? Ambos términos aluden a la ingesta de carne humana, ya sea por motivos religiosos, por supervivencia o por (macabro) gusto. Sin embargo, ambas palabras tienen orígenes distintos. ‘Antropofagia’ se compone de dos términos griegos que significan “ser humano” y “comer” respectivamente. La palabra ‘caníbal’, en cambio, deriva del taíno ‘caribes’, nombre con el que se conocía a un pueblo originario de las Antillas. En determinadas circunstancias, los guerreros caribes devoran la carne de sus enemigos para apropiarse de los espíritus divinos que, según sus creencias, habitaban las distintas partes del cuerpo. Aunque en taíno ‘caribe’ significa bravo, fuerte y belicoso, Cristóbal Colón utilizó el término caníbales para referirse al pueblo de las Antillas que practicaba esta antropofagia ritual. El cambio de ‘caribes’ a ‘caníbales’, de “r” a “n”, pudo haber sido motivado por el vocablo latino ‘canis’, que significa perro. Aunque la antropofagia ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad y en diferentes partes del mundo, no ha dejado de ser incómoda ni condenada. Ya los antiguos griegos veían en la antropofagia un signo no sólo de barbarie e, incluso, de bestialidad.

En la mitología griega, la antropofagia es frecuente. El titán Cronos devoraba a sus hijos por miedo a que estos se volvieran en su contra, así como él se había rebelado contra su padre. Sin embargo, que un hombre devore a otro es merecedor de un castigo. Licaón, rey de Arcadia, en el Peloponeso, fue convertido en un lobo rabioso como castigo por haber intentado agasajar a Zeus con la carne de su propio hijo y la de unos extranjeros que se hospedaban en su casa. Tántalo, uno de los tantos hijos de Zeus, descuartizó a su hijo Pélope y lo ofreció platillo principal de un banquete en honor a los dioses que habían descendido del Olimpo para comer con él. Éste crimen, junto con otros más, le valieron a Tántalo ser enviado al Tártaro para ser torturado con eterna hambre y sed. Sobre él cuelgan deliciosos frutos de las ramas de un árbol que siempre se alejan cuando Tántalo estira su cuerpo para morderlos. Además, Tántalo se encuentra con agua fresca hasta el cuello, pero el nivel de ésta descienda cada vez que intenta dar un sorbo.

En Mesoamérica, los mexicas consumían carne humana como parte de algunos rituales ligados a los sacrificios humanos. Pero se trataba de una antrofagia ritual, no cotidiana. En la dieta ordinaria de los mexicas no se contaban muslos ni omóplatos de cautivos. El espectáculo sacrificial y la ingesta, ciertamente, no dejan de ser violentos. Pero la violencia, aún la más terrible, puede acompañarse de un perverso refinamiento. Hannibal Lecter, el famoso personaje del escritor Thomas Harris, es un verdadero esteta: su preocupación principal es la belleza y el buen gusto antes que cualquier precepto moral. Los crímenes de Lecter, aunque atroces, tienen un toque estético. En la mayoría de los casos, Lecter prepara a sus víctimas con cierta sofisticación culinaria.

Ahora, no toda antropofagia es ritual ni por gusto. El 13 de octubre de 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya sufrió un accidente durante su viaje desde Montevideo, Uruguay, hacia Santiago de Chile. El avión transportaba a 45 personas, cuarenta pasajeros y cinco tripulantes que conducían al equipo uruguayo de rugby “Old Christians” hacia su encuentro contra el equipo chileno “Old Boys”. Partieron de Montevideo el 12 de octubre, pero tuvieron que aterrizar en Mendoza, Argentina, debido al mal tiempo. Al día siguiente reemprendieron el vuelo, pero las malas condiciones del clima provocaron el choque del avión en la cordillera de los Andes, en el Glaciar de las Lágrimas, en Argentina y a una escasa distancia de la frontera con Chile. Sólo 16 personas sobrevivieron a los 72 días de frío e incertidumbre antes de ser rescatados. Sin embargo, tuvieron que enfrentarse a una decisión brutal: aprovechar la carne de sus compañeros muertos. Gracias al frío sus cadáveres estaban bien conservados y no había riesgo de consumir carne putrefacta. Muchos se resistieron, pero, al final, vieron en esta ingesta su única oportunidad de vivir.

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@hzagal 

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana