Foto: Twitter: @TodoCheGuevara Por debajo de la cara, el revolucionario debería sufrir un disparo y muchos más  

El 9 de octubre de 1967, Ernesto Guevara, el “Che Guevara“, fue capturado por el ejército boliviano; su ejecución era inevitable.

Tras varios años de combate, pensamiento de izquierda y decepciones revolucionarias, el médico argentino que recorrió sudamérica a lomos de su motocicleta, era abandonado por la revolución.

En la aldea boliviana de La Higuera, el Che, había sido capturado por el ejército boliviano, fue atado de pies, manos y obligado a tumbarse en el piso mientras sus ojos veían los cuerpos ensangrentados e inertes de sus amigos.

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Ante el cansancio mental y físico, el hombre que había hecho una revolución en Cuba y latinoamérica, era humillado de la peor manera: un interrogatorio por parte de Félix Rodríguez, -agente de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA)-, y el ejército boliviano, iban a generar las últimas palabras del argentino.

“Soy cubano, argentino, peruano, boliviano, chileno, ecuatoriano”, fue una de sus respuestas del “Che”, ante el cuestionamiento de un oficial del ejército de Bolivia que le preguntaba, ¿a qué has venido a Bolivia con tu revolución?.

Para aumentar el drama y la humillación del final del que fuera, “el hombre más peligroso del mundo”, un fotógrafo capturaba los últimos suspiros del Che.

Un hombre llamado Terán siguió las órdenes. Por debajo de la cara, el revolucionario debería sufrir un disparo y muchos más, ante el dolor de una bala en su pierna, el Che se mordió la muñeca para no gritar de dolor.

Recibió 9 tiros, el que se dio en su garganta le daría el final definitivo ya que la sangre llegó a sus pulmones. ¿Fue el final del Che?.

Físicamente sí, sin embargo, fotografías de él ya muerto le darían la vuelta al mundo, su cuerpo, con los ojos abiertos dieron mucho de qué hablar ya que daba la sensación de que estaba vivo.

Réne Barrientos, -quien gobernaba Bolivia-, pedía la cabeza del Che para exhibir su triunfo, la retrógrada acción no se llevó a cabo, no obstante, las manos del Che fueron cortadas y enviadas a Cuba.

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Las autoridades de la Habana debían tener una prueba contundente de que en efecto, el Che, había muerto.

Hoy, su rostro se ve en murales, playeras y un sinfín de lugares para recordar su paso por el mundo durante el cual, con su fe en el socialismo quizó darle un nuevo amanecer a las clases menos favorecidas.

El también llamado “carnicero de la cabaña”, será recordado por siempre como la figura que llevó la revolución de Cuba, al mundo.

AC